Los acontecimientos que recientemente hemos soportado en la vida política de nuestro país, con el trasfondo de la rivalidad electoral por el control y dominio de la izquierda, me han recordado el título de ese interesante libro de John Kennedy Toole.
Es incuestionable que hemos convivido, día sí día también a todo color y en todos los formatos posibles, con un estudiado y calculado impacto mediático y evidente repercusión social de un cónclave socialista presente en desayuno, comida y cena.
Todos, porque era inevitable estar puesto en el tema, fuimos testigos de la victoria por la Secretaría General del primer partido de la izquierda española en favor de un experimentado perdedor y un manifiesto vende patrias al que, por sus posiciones y cesiones en aras a un previsible pacto a futuro con la otra pata de la conjura en ciernes, le deseamos el menor éxito posible y que siga yendo a menos convocatoria a convocatoria.
De hecho es probable que veamos en futuras citas electorales como el voto favorable de la militancia no le garantiza el apoyo de muchos votantes que discrepan de sus elucubraciones, en especial cuando quita valor al sentimiento español y da cariño a los dispuestos a romper la unidad de nuestra nación.
Este señor parece abocado a superar el difícil listón que dejó el que fuera el último presidente del gobierno de la izquierda prepodemita. Un reto que parecía insuperable cuando lo comparamos con el que fuera el principal artífice de todos los males que hoy padecemos en Cataluña en colación con el mal llamado “proceso”. Conviene recordar el coste que aún soportamos los catalanes defensores de la Constitución cuando al expresidente Zapatero se le ocurrió manifestar en la sede parlamentaria de la Generalidad catalana que lo allí aprobado, hablo del denominado “nou estatut”, sería tal cual validado en el Congreso.
Gran inconsciencia por parte de un inigualable presidente, pensábamos, al dejar la puerta abierta a la enfermiza imaginación de muchos de los que ocupan escaños en la plaza de la Ciudadela de Barcelona. Y resulta increíble que no supiese el impacto en representación que ocasiona la viciada ley electoral que padecemos los constitucionalistas catalanes, donde la rentabilidad y rédito electoral de las poblaciones y circunscripciones favorables a la postura secesionista es escandalosamente favorable respecto al gravamen de la gran capital de la región y su área metropolitana, tradicionalmente más coherente con la legalidad vigente.
Digerido en parte ese error mayúsculo nos toca convivir con un partido asustado por su pérdida de apoyos y el tufo que siente por la proximidad de los podemitas y sus facciones territoriales, que ponen en duda el predominio del PSOE en el flanco izquierdo. Y en dicha tesitura de apuesta por quien la dice más gorda, vemos como las decisiones adoptadas con idea de sostener electorado no hacen más que agravar el escenario y oscurecer el futuro de los catalanes fieles a la ley, como somos los integrantes de Espanya i Catalans.
Teniendo entre nuestra gente muchos votantes del mencionado partido, es preocupante ver la duda entre los mismos una vez consumada la infidelidad de ese partido nacional y de gobierno con la patria común que es España.
En definitiva, en la izquierda con representación encontramos ahora mismo, a la espera de que se consagre y surja una opción clara y de futuro del socialismo español sin complejos, por un lado los recién llegados, en términos históricos, que no ocultan su complicidad con el separatismo y el referéndum ilegal que ataca de raíz los artículos 1 y 2 de nuestra Carta Magna
(soberanía nacional en manos de todos los españoles y unidad indisoluble de la nación española) y, por otro, el flamante ganador del show de las primarias televisivas y multimedia que defiende la plurinacionalidad de nuestro país. Los visos de proximidad que se vislumbran en el corto plazo entre ambos dan sentido a la “conjura” de Kennedy Toole.
Pero fue otro John Kennedy, en este caso John Fitzgerald, el que nos representa con sus palabras a los que integramos Espanya i Catalans cuando manifestó su famoso “no me preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que tu puedes hacer por tu país”. Nosotros lo tenemos claro, sabemos con certeza lo que nos motiva y nos hace dar la cara y liderar actos como el que ya estamos preparando para celebrar en Barcelona el día de la Fiesta Nacional el próximo 12 de octubre.
Sabemos de nuestras limitaciones, pero tenemos un objetivo único que es defender la españolidad de Cataluña y, con la ayuda y colaboración de todos, esperamos seguir siendo el claro ejemplo de lucha de la sociedad civil por el cumplimiento de nuestra Constitución.
Javier Megino
Vicepresidente primero de Espanya i Catalans