Desde luego no podemos decir que lo que nos está pasado a los catalanes, de un tiempo a esta parte, sea digno de un pueblo trabajador y comprometido con el sentido común como es el nuestro.
La gota malaya del secesionismo, que monopoliza la vida y acciones de los golpistas, hace imprescindible el uso de todos los comodines a disposición de los defensores de la legalidad constitucional, aunque solo sea para evitar el desprestigio y ridículo internacional que haríamos en caso de que, en menos de dos meses, se pusiera en jaque la imagen de seriedad y rigor de la que debería hacer gala una potencia mundial como es España.
Lo cierto es que la partida de póker ya se está alargando en demasía, sobrepasando incluso el límite de 18 meses que uno de los jugadores planteó y, con otro límite temporal encima de la mesa, volvemos a una nueva ronda de pujas y faroles.
Debo interpretarlo en este sentido al ver que algunos jugadores ponderan sus apuestas valorando, por encima del cuidado del edificio y del salón en el que están jugando, que son de todos, el acolchado y la ergonomía de sus asientos, escaños, cargos o funciones. Incluso es posible que alguno se “cohíba” ante la necesidad de optar por una u otra puja, mientras la timba se hace irrespirable con el humo de los habanos.
Desde fuera es fácil identificar los faroles de algunos. Los hay que declinan la ruptura total, al poner sobre la mesa la dificultad de que definitivamente sea factible, como una jugadora caracterizada por sus posturas extremas manifestó hace unos días, o la explicación de otro, caracterizado por su sosiego, al quitar hierro y relevancia a las responsabilidades heredadas de un pobre hombre condicionado y carente de culpa, con el que hablar pasado el nuevo límite temporal impuesto por él mismo. No tengo más remedio que pensar que son faroles en toda regla, especialmente porque entiendo que de algo debería servir la sabiduría y la experiencia acumulada a lo largo de todos estos años de cesiones y permisividades.
Eso sí, mientras tanto, siempre tendremos la oportunidad de disfrutar en la partida del jugador bufón, chistoso y bailarín, pendiente de decidir si es “chicha o limoná”, haciendo tambalear con las salidas de tono de los suyos, de alcance plurinacional, las bases sobre las que se asienta todo el edificio y cuya fiabilidad como defensor de lo que nos une, desgraciadamente, es escasa.
Javier Megino, secretario general d’Espanya i Catalans
Artículo publicado en elcatalan.es