Pronunciarse en unos comicios, siempre que estén amparados por la legalidad, debería ser un acto que lindase con la consideración de obligado para todo aquel que, de forma directa o indirecta, pueda verse afectado por las decisiones que se adopten a tenor de los resultados electorales.

Digo esto porque en muchas ocasiones, cuando ya es tarde, nos sorprendemos de que haya ganado uno u otro, siendo muchos los comentarios que se hacen a posteriori, intervenidos por el descontento derivado del pasotismo abstencionista.

Es muy ingrata la reacción de la gente a toro pasado y las ganas que se tiene de hacer eco de la autoflagelación, alardeando de lo que te disgusta un resultado y poniendo en valor lo bueno de lo que podría haber sido pero, curiosamente, por la propia apatía del que se rasga las vestiduras, no fue.

Entre todos los cuchicheos que suelen ser la comidilla del día después me quedo con aquel que sentencia de forma taxativa. Me refiero al que inutiliza la acción por creerse la profecía. Es decir, el que pone en valor permanecer pasivo, haciendo oídos sordos al llamamiento a las urnas, por considerarlo una perdida de tiempo o inutilidad, acreditándose una facultad próxima a la videncia al conocer de antemano el nombre del ganador, la formación política que impondrá su candidato y los pactos de gobierno que tendrán lugar.

Sorprendente lo pretencioso que puede llegar a ser el votante insumiso, dando muestras de inconsciencia de los costes implícitos a su inhibición.

Lo cierto es que, con conductas de esa índole es muy difícil cambiar una tendencia. Y, dada su recurrencia, hemos de contar con esa actitud por parte de un sector de la población. Nuestra contribución debe ceñirse a pretender minimizarla poniendo en valor el ir a votar.

Para gente como nosotros, que solemos citar movilizando en defensa de la España constitucional, no es algo novedoso. Me estoy refiriendo a esas convocatorias que tradicionalmente llevamos a cabo el día de España (12 octubre) o de la Constitución (6 de diciembre), en las que vemos que la tentación del sofá o el culebrón televisivo se impone a la defensa activa de lo que muchas veces se presume y alardea pero que, cuando toca, no se cumple.

Al margen de la próxima cita con Espanya i Catalans para celebrar la Hispanidad, donde os espero a todos con nuestra bandera y la voz afinada, hoy interesa remarcar que volvemos a estar ante una cita importante como es la del domingo 26. Ese día necesitamos la activación de todo el voto constitucionalista para que, aprendida la lección, votemos de forma concentrada y útil con el claro objetivo de defender desde las diferentes instituciones la unidad de España.

Estamos en una situación de alto riesgo y no hay sofá mullido o argumento televisivo que venza esa necesidad de votar por tu país. No puedes faltar.

No podemos permitir que el pasotismo o la dejadez, como recientemente hemos visto en la convocatoria para la Cámara de Comercio de Barcelona, con una exigua participación de los empresarios, otorgue la victoria a los que se han movilizado fanatizados por su radicalidad golpista.

Los empresarios y comerciantes deberán pasar por el Purgatorio que supone ceder el poder en favor de la minoría representada por el lacismo de la ANC, que jugó sus cartas sin ponerse de perfil en su tenaz ánimo de inocular el virus de la paranoia separatista por doquier. La falta de compromiso y desmovilización empresarial les hará pasar por las ascuas incandescentes durante unos años.

No sigas ese ejemplo e impide que tu Ayuntamiento y resto de instituciones caigan en manos del separatismo, yendo el 26M a dar tu apoyo al constitucionalismo.

Vota libremente, pero siempre apoyando a quienes se posicionan claramente en favor de la unidad y son contrarios a la ruptura secesionista. Tienes donde elegir. Nuestro objetivo debe ser lograr una mayoría que sume lo suficiente para devolver el orgullo a la cosmopolita y emprendedora Ciudad Condal, aparcando definitivamente de la agenda el prucés y sus consecuencias.

Devolver la capital catalana al orden y la legalidad constitucional es el primer paso para lograr cerrar, de una vez por todas, un capítulo negativo de nuestra historia reciente.

Como opción te recuerdo que, para el Ayuntamiento de Barcelona, hay una lista claramente constitucionalista encabezada por Josep Bou en la que encontrarás, como independiente, el nombre del abajo firmante.

Javier Megino