Principio y fin, nacer y morir, dos pilones en el viaje de la vida. Como seres humanos lo sabemos y aunque nos duela el adiós último, lo asumimos y fijamos un más allá. El sol nos saluda al amanecer y se despide al esconderse en el horizonte. Destellos rojizos nos adelantan su huida y es entonces cuando empezamos a dejar de ver ese disco que iluminaba, daba calor y confort, una promesa de futuro y nos embarga la zozobra por su no retorno. Allí por las cavernas trogloditas reinaba el miedo a la oscuridad a pesar de las estrellas y la luna, luego el hombre controló el fuego con todo lo que representó de fuerza y de luz para la humanidad.
27 de junio, sesión en el Congreso de los diputados en recuerdo de las víctimas del terrorismo con las ausencias destacadas de las entidades que las arropan, que han sufrido el zarpazo del odio, de la intolerancia y de la sin razón. Una ausencia por no querer compartir el acto con un representante de los compañeros, de los amigos de los violentos, de los que tanto dolor han causado a personas de bien. Era el día para darles esa luz que les arrebató la barbarie, esa luz del amanecer a la verdad de lo que fueron aquellos años de dolor, y para eliminar de un zarpazo esa larga noche sin total claridad de los hechos tal cual sucedieron.
En el hemiciclo se oyó la voz de María Mar Blanco, doliente pero con firmeza para destinar su crítica a los que por intereses espurios pactan en política con los compañeros de ETA. Aún se oía el eco de las contestaciones de Otegi durante la infame entrevista que RTVE le hizo la noche anterior, cuando hubieron diputados que ni aplaudieron la intervención de la hermana del jóven asesinado ni se levantaron en homenaje y respeto a los que se convirtieron en diana de los asesinos.
» Más dolor del necesario» y » más dolor del que teníamos derecho a hacer » fueron las sublimes palabras del portavoz del oscuro mundo de la izquierda abertzale.
Hemos trazado un opaco velo sobre nuestro pasado reciente, hemos girado la mirada hacia otro lado y no sólo hemos olvidado aquellas tremendas escenas de desolación sino que no hemos sido capaces de transmitir la repulsa que merecen los artífices del dolor. Estabamos en democracia, no había justificación de atentados, cualquier idea política tenía su cauce en el texto constitucional. Pero no fue así, muchas veces se tiñó el suelo de sangre. Y sobre ella algunos políticos programaron y programan aún hoy, sus rastreros planes personales o partidistas. Se ha puesto un bajo precio a la vida de las personas, pues los amigos de aquellos terroristas e incluso algunos de ellos, debemos recordar que aún no se han esclarecido muchos atentados, están ocupando puestos en las instituciones o extendiendo el miedo en las calles del País Vasco.
Están próximos los mercaderes de la vida, pues entre los que han permanecido sentados en sus escaños estaban algunos representantes catalanes. Se ve que tampoco merecen respeto las víctimas que cayeron en poblaciones desde Vic hasta Barcelona. Y estos traficantes dicen representar al pueblo catalán y movilizan como tropa aborregada a muchos ciudadanos en manifestaciones y les hacen colocar lazos amarillos en lugares públicos y hasta ponérselos en la solapa. Cada día que pasa está más claro el daño que hace el tener controlada, amordazada la escuela y los medios informativos.
La luz del día cae poco a poco, los rayos rojizos que expele el astro solar, se ven en el horizonte y no tenemos la seguridad de controlar el fuego para rasgar las tinieblas como lo hicieron aquellos antepasados humanos. La primera chispa ígnea gestada por el hombre fue el principio de la esperanza, de la civilización y el día de hoy en las Cortes podía haber sido ese después, necesario para recuperar la estabilidad política. En estos momentos el apoyo a las víctimas era suficiente motivo para unirse todos los que dicen respetar el Estado de Derecho frente a los secesionistas. Independentistas que para conseguir esa imaginaria Cataluña, son capaces de ir acompañados de la mano con los que tienen igual propósito pero que en su momento mataron para conseguirlo.
La muerte de nuestros conciudadanos no puede ser la negación de la verdad, de la esperanza.Tenemos que afirmarnos en los valores del respeto a la legalidad, una convivencia prometedora, ahí encontraremos la luz del día siguiente, el futuro.
Ana María Torrijos