Una vez más la migración de los rebaños en busca de pasto fresco ha tenido lugar.
Ya vimos hace unos meses como la frescura de la fuente de la Cibeles proporcionaba un entorno deseable, suculento y apetecible para el disfrute y regocijo de todo pelaje. Me refiero a aquel apoteósico aquelarre del lacismo el 16 de marzo ante el Palacio de Comunicaciones de Madrid.
La “coral ploranica” pudo extender la imagen ridícula de la paranoia más allá de su ámbito natural, brindando la oportunidad a los madrileños de ser testigos en presencia y sin necesidad de verlo por la tele.
No olvidemos que, aunque en Cataluña ese ganado pasta libremente y estamos hastiados del espectáculo e inmunizados ante el esperpento, como catalanes cuerdos nos sigue frustrando y doliendo ver como esa parte de Cataluña, que se ha inhibido y abandonado todo sentimiento de vergüenza, deja sin pudor alguno constancia de sus momentos de debilidad, sinrazón y locura.
Dicha conducta trasladó la imagen real de lo que es el sinvivir cotidiano en nuestra comunidad y pudo dar señales para que, si cabe alguna duda, se replantee toda posibilidad de conveniencia de pactar con dicho diablo y seguir pensando en esos fanáticos como posibles aliados.
Pero aquel momento pasó, demostrando que vivimos en una gran democracia mundial que, a pesar de la mala e injustificada prensa sectaria del régimen lazi, respeta el derecho a opinar libremente y la existencia de las cañadas.
Ahora, recién iniciado el verano, toca de nuevo mover al rebaño. Esta vez, tras el show doméstico de finales de invierno, migrando al país vecino (me viene el recuerdo del consejero y sus chuminadas bomberiles de mi anterior artículo). Volveremos a dar argumentos para un nuevo capítulo de patetismo que deje evidencia ante el mundo de una ridiculez que, desgraciadamente, será extensiva a “todos” los catalanes.
Esta vez el bolo es en Estrasburgo, reclamando algo carente de sentido como es pedir a Europa que interceda ante algo que supone incumplimiento de las normas, como es que los eurodiputados electos pasen los trámites necesarios para adquirir su condición. Ni siquiera los afectados por dicha situación tendrán la gallardía de encabezar la protesta, viéndose superados por la mieditis aguda que ya es crónica para el fugitivo sinvergüenza y compañía.
Espero que esa protesta surrealista pase cuanto antes al olvido y les pido a las autoridades francesas que extremen el cuidado. Esta gente disfruta montándose películas de drama victimista en cuanto ven la oportunidad, sin acabar de entender que en España les damos cariño y somos conscientes de que siempre se puede pasar una mala etapa, pero otra cosa es ir a Francia a tocar las narices.
A esos centenares de jubilados y aburridos, que por bocata y excursión van de un lado para otro, les deseo un buen baño de humildad y de razón. Ellos y los inductores de sus gestas, algunos esperando condena, han de digerir las decisiones que, con lógica, legalidad y sentido común, emanan de los poderes nacionales y comunitarios contra toda esta farsa que no deja de ridiculizarnos. Los catalanes hemos de remontar el vuelo y olvidar la absurdidad de todo este embrollo separatista, pasando página cuanto antes a esa sensación, que parece que no percibe esa minoría excursionista, de estar haciendo el payaso y ser meras marionetas.
Compatriotas españoles y hermanos europeos, no se lo tengáis en cuenta, no están bien. Han sido abducidos, fanatizados y utilizados. Perdonad su conducta irracional y pensar que la mayoría de los catalanes, los que de verdad queremos lo mejor para nuestra tierra, seguimos en plenitud de forma y constitucionalmente sanos.
Por Javier Megino