Este es un viejo debate, ya en cierto modo cansino.

Al hablar de estas cosas no valen planteamientos pensando en lograr mayor acogida o quedar lo más chulo posible. Lo que compete es ser objetivo, cabal y absolutamente realista.

Por eso, al contrario de muchas opiniones o publicaciones que circulan, ya sean direccionadas, conniventes o sencillamente imponiendo “la doctrina”, hemos de partir incondicionalmente de una primera premisa básica: catalanes somos todos.

Aquí no vale arrogarse dicha condición con exclusividad en favor de los abducidos forofos de TV3, ni acreditarla en favor de los que llevan el sello amarillo de la vergüenza. Aunque seamos comprensivos con el esfuerzo que debe suponer el tener que sobrevivir en la falsedad enmerdada por el lacismo y su sectarismo supremacista, la realidad es que no solo ellos son catalanes.

Hacer referencia a los catalanes obliga a contar con todos. Ya sean lazis o los que demuestran a diario que, verdaderamente, pretenden lo mejor para su tierra, porque realmente la quieren. Defenderla y neutralizar el mal generado por ese contaminado enfoque de la otra porción, intentando anular los efectos de la conducta inquisidora del separatismo, no nos exime de ser partícipes de lo que queremos para lo nuestro, al ser tan catalanes como los que se han echado al monte o están a un paso del loquero.

Pero yendo un paso más allá, si pensamos en lo que deseamos que sea Cataluña no podemos olvidar nunca que ésta es de todos los españoles. Por tanto, le pido a los políticos de medio pelo, interesados y mareantes, que dejen de jugar con los sentimientos mientras le doran la píldora a quien convenga.

Para debatir acerca de España es de sentido común que sea toda la nación la que se pronuncie al respecto. Los dos primeros artículos de nuestra Constitución son muy claros y no dejan margen alguno a dudas. La Carta Magna está para cumplirla y más si nos referimos al articulado que abre su redacción.

Por tanto, Cataluña será lo que quieran los españoles porque, que nadie nos engañe, a pesar del continuo bombardeo social y mediático del virus In-DP, subvencionado y tutelado por el Régimen, seremos lo que queramos todos los españoles.

Y, en base al articulado de nuestra Ley de leyes, Cataluña es una comunidad autónoma integrante de la nación indisoluble que es España. Si alguien no lo entiende, no le gusta o no lo ve, tiene un problema.

Javier Megino