La sensación extendida que domina el sentir de la población cabal es que la paranoia secesionista y sus tejemanejes pueden estar de capa caída. Pero no debemos perder de vista que se trata de una simple apariencia, mientras andan en sus preparativos grandilocuentes para la gira circense que nos espera tras el verano. Ante ello, no nos queda más remedio que estar atentos y preparados para dar la respuesta oportuna a ese otoño caliente anticipado por el bufón de la Ciudadela.
Pero, aunque estén esperando al fin del estío para poner la carne en el asador, no nos libramos de situaciones de ridículo puntual. Por ejemplo, el espectáculo patético y antiecológico de este fin de semana decorando puentes viarios con la simbología lazi. Para ellos el enfoque era aprovechar el tránsito turístico por nuestras autopistas para montar su tedioso show, para nosotros dejar evidencia ante el mundo de que sigue existiendo una porción de la población abducida y necesitada de atención psicológica.
Es innegable que hay un claro vínculo entre lo que hacen las hordas de fanáticos activistas y la deseada sentencia a los fanáticos inductores. Les hierve la sangre, como a nosotros, esperando conocer las décadas entre rejas que supondrá su condena. Esperemos que los jueces estén a la altura. No pueden salirse de rositas, ni ser beneficiados con un indulto, ni pagar con penas nimias su intención de acabar con el Estado, habiéndose rebelado sediciosamente con actitudes violentas y golpistas contra él.
En esta situación de espera no conviene dar margen alguno a los malhechores y al resto de separatistas inoculados por el virus in-DP. Nuestra historia acumula un sinfín de momentos en los que se ha dado demasiada holgura a la permisividad. Situaciones en las que el enfoque del perdón mirando a otro lado se ha impuesto. Momentos en los que la connivencia se ha mostrado en todo su esplendor. Hitos en los que ha habido que digerir actitudes de comprensión de lo incomprensible. Bajada de pantalones que no venían al caso. Desaprovechamiento de mayorías que podrían haber sido balsámicas. Aberrantes cesiones y concesiones a cambio de un puñado de votos. Minusvaloraciones de los sentimientos de orgullo por nuestro país, nuestra nación, nuestra patria, nuestra cultura y nuestro idioma. Humillaciones constantes y continuas que solo se admiten en una democracia plena y ejemplar como la nuestra, etc.
¡Ya está bien!
Es indigerible que tengamos un candidato a presidente del Gobierno negociando su investidura jugando la baza del chantaje, apelando a la política de Estado al pedir el apoyo de los partidos constitucionalistas, mientras sabe y sabemos que al final será investido sirviéndose del modelo Frankenstein sustentado por quienes abanderan la ruptura separatista y cuya política de Estado (con Pedro Sánchez de cómplice) es para romperlo o humillarlo. Suena excesivamente falso, ruin e impresentable.
Y, desde otra vertiente teóricamente al margen de la política, tampoco viene al caso que alguna representación de la sociedad civil dé síntomas de agotamiento o genuflexión aceptando plegarias del lado oscuro. Sean ellos los que sean la legalidad debe imponerse y marcar el rumbo. Actuar al margen de la Constitución te exime de la mínima comprensión y, en este sentido, una apuesta contundente del asociacionismo constitucionalista que ponga en su sitio, sin complejos ni medias tintas, a los que incumplen con la soberanía nacional y la unidad de España de los artículos cabecera de nuestra Carta Magna, ha pasado de ser algo necesario a ser totalmente imprescindible. Estamos en ello…
Javier Megino