Discurso:

Barcelona, la Ciudad Condal, y en ella las Ramblas. Entrañables por ser lugar de encuentro de muchos ciudadanos, flores, pájaros y en el recuerdo colectivo “la Monyos…amb aire xic, pas coquetó” como rimaba la canción. Todo un pasado y ahora también un presente rotos por la
barbarie humana.

El terrorismo, forjado al amparo del odio, de la irracionalidad, rompe los mecanismos del pensamiento, destruye vidas, golpea la convivencia, y a su paso siembra desolación. No basta que lo repudiemos, es necesario mantener en nuestra memoria sus efectos miserables y sobre todo recordar a sus víctimas. Por ellas nos encontramos aquí reunidos, con una oración en nuestros labios y firmeza en nuestro espíritu.

La intolerancia es el germen de la destrucción de la persona y estamos obligados a dar testimonio día a día de la bondad. Esa será la mejor herencia que puede dejarse a las generaciones venideras: saber vivir con dignidad, es el mejor tesoro.

Un fraternal recuerdo por los ausentes, los que recibieron el zarpazo de la violencia, pero con la esperanza puesta en un futuro mejor, ellos se lo merecen y así lo esperan de nosotros.

¡Os queremos!, ¡Os tenemos en el corazón!