Hay noticias en los medios informativos de gran interés, otras hacen sonreír por su superficialidad, en algunas se aprecia la intención de manipulación y de repente aparece aquella que anima a leerla por completo sea por el protagonista o por su curioso contenido. Una de esas es la que plantea la posible compra de la isla de Groenlandia.
Groenlandia, tierra lejana, próxima al Polo Norte, helor aunque no estés allí. Sensación en la que confluyen el silencio interrumpido por el chapoteo de algún ser vivo del reino animal que salta de iceberg a iceberg, con el horizonte rompiendo a lo lejos la pista blanca de hielo, fruto del maridaje del agua con la temperatura bajo cero.
A pesar del impacto que en un principio provoca la propuesta del alto dignatario, consistente en un territorio objeto de compra y venta, pronto la sorpresa se amortigua al constatar una cierta similitud con lo que ocurre en nuestro propio país. Una Constitución, nuevo escenario político, aceptado por la mayoría de los ciudadanos, esperanza en la democracia, derechos , libertades y pasados unos años, la incertidumbre, desconcierto, interferencias entre los tres poderes del Estado, incumplimiento de la ley, pero lo más grave es el comportamiento de los protagonistas políticos, a la oferta, intereses personales o de partido, una subasta abierta, una puja al mejor postor.
El martillero da la señal del inicio de la subasta y todos en orden inician sus apuestas: Un modelo federalista o mejor asimétrico, un sistema para la gente, popular, chavista, los círculos, una remodelación de las Autonomías para ajustarlas, o si cabe eliminarlas y los más desleales salir de este marco por ser ellos de linaje superior al haber nacido en una tierra sagrada, sin olvidar a los que están metidos en un túnel desde hace dos siglos y claman por sus colinas, sus valles y sus campanarios con tono bolchevique sin lamentar los métodos violentos que en otro momento emplearon.
No se plantean medidas a tomar frente a la inmigración ilegal, al déficit galopante, a la precaria situación de las pensiones, al derribo de la Nación española…..Únicamente se barajan posicionamientos ideológicos, tienen prisa en identificarse frente al adversario, liberales, conservadores, progresistas, palabras consideradas mágicas y que esgrimen con la intención de singularizarse, sin darse cuenta que lo que vale es coincidir en la defensa de la ley. La situación de crisis actual ha sido alimentada por los gobiernos irresponsables que han puesto sus miras en legislaturas cortoplacistas, en concesiones a las termitas del sistema parlamentario, en tener el poder y conservarlo a cualquier precio.
Encerrados en su mundo han sido incapaces de consultar a los profesionales que trabajan con honestidad en las distintas áreas, la enseñanza, la sanidad, la economía y por beneficios espurios menospreciando la ley establecida, han violentado los derechos individuales de todos y cada uno de los ciudadanos, la justicia social, la Nación a la que pertenecen. Han colocado en el delirio a España, una organización política superior al terruño y a costumbres locales, con una trayectoria histórica que ha perfilado lo que es hoy la cultura occidental, pionera en progreso y libertades.
Han atomizado poco a poco, no únicamente la gestión de la administración sino también la concesión de competencias políticas a las Comunidades autónomas, que en manos de los nacionalismos han desviado las decisiones de Estado, las han debilitado y hasta las han suplantado.
Cual voraces aves de rapiña, en la sala de subastas a la espera de la última puja, han levantado la voz los que se sentían alejados de la primera línea y han revindicado las hablas de Extremadura, lenguas romances surgidas del latín a la caída del Imperio romano, un buen arsenal pues el delirio está en la lengua diferente al español, pero luego se ha incorporado incluso a la farsa el “ andalú, la Bética no podía ser menos.
Torre de Babel que nos distancia, que nos aleja. No faltará mucho para que cada diputado en los debates de la Cámara Baja tenga que usar auriculares, otro artilugio a cargo del erario público y un negocio para los encargados de crear nuevos idiomas, particulares o empresas amigas que montarán todo el entramado lingüístico necesario.
La pronta sensatez debe primar, la sensatez de todos para gritar “ la subasta ha terminado “.
Ana María Torrijos