Hoy los catalanes tenemos el honor de disfrutar en Barcelona de nuestro rey.
Viene acompañado de la princesa Leonor, la futura reina de España, actualmente en su condición de princesa de Gerona.
La razón de la visita, aunque no requiere justificación porque siempre es bienvenido en nuestra ciudad, es para la entrega de los premios que llevan dicho nombre.
Nuestra princesa, con sus catorce años, renueva su bautizo en la oratoria. Lo digo al ser la primera participación en la que su discurso será utilizando las dos lenguas españolas que son cooficiales en Cataluña, el castellano y el catatán.
Supongo que será, por lógica, un discurso bilingüe, aunque el poder fanático del separatismo seguro que desearía que se usase en exclusiva el catalán ante el público.
Al margen de las más que posibles presiones al respecto, tengo claro que la corona española no cederá ante tales exigencias y, por tanto, no degradará en su intervención el idioma de uso mayoritario en Cataluña.
Partiendo de la base del derecho que podría tener la princesa para usar, de principio a fin, la lengua común de todos los españoles en todas las circunstancias, parece comprensible que, alejados de posturas como las que padecen los abducidos por la imaginación paranoica del lacismo violento, veamos comprensible y adecuado que la segunda lengua catalana también tenga su espacio en el discurso y que, por tanto, el catalán como lengua española que es, tenga su tiempo en la alocución de los residentes en el Palacio de La Zarzuela.
Esperemos que la intervención sea inteligente y sepa contentar a la mayoría, calmando a esa minoría social que se tilda de catalanoparlante, aunque muchos sigan hablando en español con sus padres y abuelos, habiéndose subido a dicho carro por un incomprensible avergonzamiento que les hace renegar de sus raíces o, sencillamente, por el adoctrinamiento en las escuelas y medios de comunicación, lo que ha acabado mareando y engañando muchas conciencias. Relacionando idioma, como pasa con el fútbol, con la política.
Pensando en formato racional, algo complicado hoy en día atendiendo a la conducta de los violentos del tirachinas y sus padrinos incitadores desde la política, el idioma sería lo de menos. Pero la sociedad catalana hoy carece de racionalidad y demuestra estar muy enferma. Por eso, ante el proceder que nos tiene acostumbrado el poder fanático en su obsesión por eliminar el español de todas las esferas sociales, se está alerta ante una situación que debería ser inocua.
Olvidemos el cómo y pensemos en el mensaje. Hoy habrá una nueva oportunidad para que la “gent de pau” de las capuchas, los pasamontañas, las fogatas, los destrozos, los adoquines, las bolas de acero y demás demostraciones de pacifismo, que seguro estarán cerca para arropar la velada, entiendan lo que son y se unan al orgullo de cualquier español, nacido o residente en esta comunidad española del noreste peninsular, por la presencia de su monarca y la heredera en la Ciudad Condal.