Ha pasado el 10 de noviembre y volvemos al día a día. Y, visto el resultado, quizás debamos empezar a ahorrar para disponer cuanto antes de otros 150 millones de euros, por si vuelve a producirse una convocatoria a urnas en primavera.

Los millones derrochados, tras el engaño de los asesores del presidente que le incitaron a convocar pensando que lograrían tantos escaños como millones despilfarrados, han servido para poco, o mucho, depende de cómo se mire.

Desde luego, no han sido efectivos para disponer de un Gobierno inminente pero, al margen de la previsible ingobernabilidad, sí han logrado dejar algunas cosas claras: convertir en dúo lo que antes era un trío, reajustar pesos y representatividad, ampliar la gama de colores con tanto partido presente en la Cámara y, no lo olvidemos, reverdecer la pradera.

En un contexto como el que nos toca vivir, en el que hablamos de normalidad teniendo nuevamente a los fanáticos violentando la libertad de los ciudadanos y su movilidad, ya sea cortando accesos a las ciudades o a la nación española, en su conexión con Francia, no valen medias tintas y lo que conviene es firmeza.

Son muchos los costes que llevamos asumidos por tener un Gobierno que no reacciona con contundencia ante los agravios que infringe el separatismo violento, edulcorando los abusos inconstitucionales de los encapuchados dirigidos desde Lladoners, La Ciudadela y/o Bruselas, evitando con laxitud el posible colapso que conllevaría quebrantar la opción postelectoral que supone mantener en cartera a los amigotes separatistas, por si al final son necesarios.

También son muchos los costes que deben asumir los nuevos referentes políticos que, o bien acaban ahogándose por su confusa estrategia de los pétalos de margarita, o quedan tendencialmente a la baja, por su egolatría apuntalada con exigencias ministeriales o barbacoas burguesas en casoplones.

Pero hemos de ver el lado positivo del pasado domingo. En este sentido, a pesar del descalabro del tercero en discordia, hemos de poner en valor el logro de más diputados, convencidos, que se suman a esa trivialidad que supone ser consciente de que, para grandes problemas son necesarios grandes remedios. Valoremos lo bueno de esa reacción social que evidencia la existencia de una realidad patriótica que suma 50 nuevas voces a los que sabemos que no se arrugarán al defender la patria de todos, tomándose España y los españoles en serio, sin cuestionarse si el viento sopla a babor o a estribor.

A la espera de acontecimientos, con la pena que supone para los que queremos derrotar definitivamente al separatismo que la terna no haya sumado lo necesario para poder subsanar el error que supone el sanchismo, esperemos que no se valore como opción para investir o gobernar a los que han querido romper España, por muy necesarios que éstos sean para las cuentas del trilero y por mucho que el ego apriete.

Sí, tras todo este follón, al final tenemos a los Picapiedra coaligados y con el apoyo de los violentos rebeldes gobernando España, como ya se preveía tras el 28A, se consumará la traición. Algo que, si cabe, acelerará y aproximará la verdadera, necesaria y efectiva solución, iniciada el 10N, para lograr poner un orden que, cada día que pasa, es más necesario.

Javier Megino (Vicepresidente de Espanya i Catalans)