Hace apenas un par de décadas, España vivía todavía sumida en la extorsión del independentismo vasco, en unos tiempos de coches bomba, secuestros y tiros en la nuca, con unas manifestaciones sociales de repulsa y rechazo que culminaban con la unidad de España entera mostrando sus manos blancas contra la barbarie con nombre y apellidos, como tantas otras, cometida en este caso en la persona, hasta entonces anónima, de Miguel Angel Blanco.
Quienes vivimos aquella parte trágica de nuestra historia sabemos bien cuantas voces también entonces se alzaban reclamando diálogo, diálogo y más diálogo para saciar a la bestia hambrienta que tanto dolor causaba, somo si el hambre saciado no regresara siempre después de la digestión,
para seguir extorsionando de nuevo.
Tenemos la suerte de vivir en una gran nación, con una gran historia y el legado de grandes nombres en todas las artes y ciencias, pero también una nación muchas veces necia que no es capaz de aprender de sus errores y, apenas unos años después reclama de nuevo diálogo, diálogo y diálogo. Diálogo esta vez con el separatismo catalán, el mismo que lleva años despreciando a la mitad de su población, al tiempo que desafiando y desacatando una y otra vez a las instituciones españolas de la que no dejan de ser traidores funcionarios, los mandatarios autonómicos que les dirigen.
Diálogo exigen los mismos que azuzan a una parte de la juventud universitaria a incendiar Barcelona y cortar carreteras y fronteras al más puro estilo de las “kaleborrocas” de otros tiempos aún demasiado cercanos.
Diálogo, sí, pero sin disposición alguna de devolvernos a los catalanes no separatistas de Cataluña, toda la dignidad y los derechos lingüísticos y de pertenencia a España que nos roban, pisotean y desprecian desde hace demasiados años.
Diálogo, sí, pero sin voluntad alguna de devolver competencias que jamás debieron asumir por el bien del interés común de los españoles y sin la menor intención de desistir en sus aspiraciones totalitarias de rupturismo sí o sí, lo quieran o no una mayoría de catalanes. Diálogo, sí, pero sin dejar de manipular la opinión de la sociedad como llevan tantos años haciendocon sus medios audiovisuales, periodísticos y de tantas organizaciones al servicio ideológico del régimen de la estelada y los lacitos que a todos nos han impuesto en todos y cada uno de los
rincones de nuestra geografía.
Diálogo, sí, para alimentar de nuevo a la bestia con suculentas prestaciones a costa de otras regiones, donde por no “liarla parda” serán claramente consideradas regiones de segunda y tercera categoría frente a aquellas gobernadas por las mafias extorsionadoras del separatismo. Bestias que saciaran su hambre un tiempo, para volver a liarla de nuevo, extorsionando, quemando, destruyendo, vertiendo en definitiva su odio más miserable, en pro de la consecución de un nuevo “diálogo” que los sacie de nuevo y así sucesivamente hasta que no quede de España más que los despojos que los totalitarios e intransigentes regímenes periféricos estén dispuestos a dejar.
Diálogo, sí. Dialoguemos y saciemos una vez más a la bestia. A ver cuanto dura su calma.
Albert Hidalgo