Pobre abuelo Luis y pobre familia la nuestra; cuánto hemos debido sufrir por culpa de haber creído en milongas, en la Igualdad, la Fraternidad y la Solidaridad, los ideales paridos por la Revolución francesa. Ellas fueron las responsables de amamantar al recién nacido socialismo posterior y capaces también de abducirlo y de arrastrarlo, haciéndole creer que sería una buena causa por la que vivir y hasta morir si fuera necesario, en aras de un mundo mejor. Por eso él fundó el socialismo en nuestra tierra, allá por los años treinta del pasado siglo para, inmediatamente después, cuál “un pequeño Mandela”, ser encarcelado en el año treinta y uno en el penal de Cartagena, junto al gran Tarradellas y por asunto relacionado con la huelga general de campesinos. Luego, llegó la incivil guerra e intuyendo lo que ocurriría a sus vecinos de la derecha, viviendo en zona roja, si él huía, como hicieron los cobardes intelectuales firmantes en Madrid del Manifiesto por la República, prefirió quedarse para convertirse en un peculiar carcelero que encerrándolos en la Iglesia, pudo así proteger sus vidas de las cuadrillas asesinas de Úbeda y Torreperogil que borrachas de fanatismo y odio, se dejaban caer de vez en cuando, demandando su dosis de sangre, crimen y horror, después de haberlo ejercido de sobra en sus respectivas localidades. Pero en Sabiote, mi pueblo, no murió nadie, está en la historia, porque él, hombre de prestigio político y valor, supo anteponer el “aquí no sobra nadie, aquí todos somos necesarios” al plomo y la locura de sus exigencias.

Valga el terrible, impudoroso, personalísimo e inevitable preámbulo como sucinto homenaje a la honrosa memoria de su honor y como desencadenante de las siguientes, obligadas y liberadoras palabras.

Abuelo Luis, moviste el árbol del incipiente socialismo con la sana idea de que tus vecinos, amigos, hijos y nietos pudieran tener un mundo mejor y sin embargo aquello acabó como acabó.Lo que te pasó tras la guerra, la familia decidió olvidarlo para poder seguir viviendo, pero ahora, me siento obligado, concernido a estas palabras…a estas alturas de la vida. No lo puedo evitar, tras ver como las nueces que han ido madurando poco a poco en aquél nogal que plantaste tú y otras muchas gentes de buena voluntad, han ido cayendo donde menos hubiérais deseado ni querido. Nos lo acaba de confirmar la sentencia de los ERE. Sentencia que cuánto más la leía más me iba acordando de ti a la vez que me iba sumiendo en un estado de estupor, de shock casi paralizante. Y reacciono ahora, a los días, cuando la colosal desvergüenza de los condenados y la ciénaga sevillana de sus aúlicos-recoge nueces no paran de seguir provocándonos con el mantra de “el Manolo y el Pepe no se han llevado nada al Papo”, como si el cobrar en especies, en votos para el poderoso poder, no fuera una forma de pago como otra cualquiera.

Ellos,los miserables en los que subyace la pretensión de hacernos creer que han venido siendo algo así como los bondadosos RobinHoods de los alcornocales de Grazalema, mientras nos repiten y repiten el mantra de la archimemez que pretende sentar doctrina .Aunque he de confesar que a los médicos no nos asombran dislates así, sabiendo como sabemos mejor que nadie que el enfermo, cuánto más grave, menos siente sus propios problemas. Por eso, no nos extrañó el cuajo con que el otro día, Susanita” la del perdón chiquitín” se nos manifestaba en aquellos minutos de pornocracia químicamente pura. Pobre Susanita, la compostable, la del triste, patético e incierto futuro, ayer hada madrina seudoprotectora de media Andalucía y hoy casi una doña Nadie en vergonzante almoneda. Y pobre Sur, con más trileros que en las Ramblas, capaces ellos tanto de un roto como de un descosido: desde falsear la ley de Presupuestos como de engordar sobrecostes o ayudas atípicas a las empresas “de los henmmanos”, según ya tenían aprendido de El Guerra, aunque ahora, a su lado, bien pudiera parecernos un pobre y simple aprendiz de brujo…¡quién nos lo hubiera dicho hace años!

“Deberían de suicidarse todos ellos, como acto patriótico”, recordando lo que diría Unamuno a Azaña en su día, viendo y sintiendo todo el dolor que su banda había causado a España. Decía aquella terrible frase y esta otra sorprendentemente profética:” El Autonomismo cuesta caro y sirve para colocar a los amigos de los caciques. Habrá más funcionarios provinciales y municipales. La burocracia crecerá de tal modo que llegará un día en que todos seremos funcionarios.

Y aún más, leyendo la sentencia, y a fuer de abusar de sus palabras, no podía por menos de recordar de nuevo su profunda sabiduría sobre la pomada. Decía de ellos: “Tienen el alma seca, muy seca, es el suyo socialismo de exclusión, de envidia y de guerra, y no de inclusión, de amor y de paz. ¡Pobre ideal, en que manos anda el pandero!

Mira, abuelo Luis, te lo venía diciendo desde años atrás, cuando bajaba desde el Pirineo a ver tu tumba, que me daba perfecta cuenta de que la tierra que abandonamos, tú voluntariamente, harto ya de todo y todos, y yo por necesidad, llevaba tiempo y tiempo acostumbrándose a vivir en una especie de locura colectiva en que cualquier chiquilicuatre podía acabar mandando y empobreciendo a todos. Y ya lo ves, por haber mirado todos para otro lado, ahora también todos andan preguntándose si al final de los finases, de las decenas y decenas de juicios pendientes aún, como siguen diciendo por allá, habrá cárceles suficientes para tantos potenciales huéspedes o si por el contrario no tendremos que habilitar de nuevo la isla de Cabrera, como ya se tuvo que hacer en el siglo xix tras el choriceo y expolio Napoleónico correspondiente.

Viendo a Susanita “la del Papelón”, como te decía, y mientras nos pedía eso, acabé de nuevo (perdona mi Unamunismo recalcitrante), por recordar finalmente a mi querido D. Miguel dirigiéndose a Alfonso XIII :”Tenga piedad de la pobre España y no añada el sarcasmo a su opresión. No se burle de nuestra patria. No se puede seguir así, porque el día de la justicia pronto pondrá su mano sobre su hueca cabeza.

Abuelo Luis, mis anestesiantes lecturas siempre me han hecho olvidar el dolor del exilio y escribo, ya te lo he dicho alguna vez, porque Cicerón me enseñó en algún momento hace años…”Nunca tengas vergüenza de decir lo que no te has avergonzado de pensar”.

Recibe el abrazo que nunca pude darte, abuelo.

Luis Manuel Aranda – Médico-Otorrino