(En clave de Sol…fa )

¿Pero cuántas cosas no habremos hecho bien para encontrarnos hoy como nos encontramos en los dos ámbitos? La eterna pregunta de la humanidad, a toro pasado, tras cualquiera de las mil convulsiones sufridas a lo largo de su aciaga historia. Pero el advenimiento de las nuevas catástrofes, nos han pillado una vez más y como siempre, no solo mirando para otro lado, sino incluso fomentándolas con un marketing y una publicidad tan agresivas que nos han llevado adonde estamos, al paroxismo consumista y todos sus efectos secundarios, tanto en el clima como en la política presente, propiciando por ej. y entre otras mil lindezas posibles, viajes como los del Inserso a bajo costo, pero de altísimo bufett libre, donde cada quién puede y debe de atiborrarse hasta niveles de glucemia y de colesterol rayanas con la eutanasia activa. Valga este vulgar y simplón ejemplo, vivido de forma personal hace poco.

Y de igual manera que se nos ha invitado a acabar con todo lo consumible de nuestro entorno, se nos ha inculcado una cultura democrática cuya finalidad ha sido no ya la de ser mejores viajando a nuestro propio mundo interior para construirnos, sino otra mucho más perversa, la de incitarnos de continuo a salir fuera de casa como lobos hambrientos para fagocitar a carrillos llenos bien turismo o la “bien pagá”política . Nos han intentado inculcar unos y otros que accionando y accionando de continuo la gratificante palanquita de hacer cosas, como cobayas de laboratorio, podríamos llegar hasta a salir en la Tv a cambio de migajas de reconocimiento social tan necesarias para la cosecha de cualquier posible despistado voto posterior.

A todas horas no podemos ver más que eso en cualquier medio: el amargo caldo de cerebro político, intentando vendérsenos, en la idea de que de comprarlo, ellos a cambio, van a seguir dándonos y dándonos más cosas, en una retroalimentación que ya vemos a la ruina que nos está conduciendo. Ellos, los políticos, que muchísimas veces no parecen sino comandos de marines con la única misión de reventar las arcas públicas ( dicho sea con todas las honrosas excepciones que podamos conocer) para conducirnos hasta aquí: a la ruina del gasto y a un déficit público tan contaminado y preocupante como el del metano expedido por nuestros rumiantes por un lado y, por otro, a la acidificación no solo de los océanos, como dicen los científicos, sino de la mismísima vida social. Las paradojas del cambio: se nos dice por un lado que los insectos y aves han disminuido a la mitad, mientras que los otros depredadores peculiares, los de la casta política, campando a sus anchas, se han podido multiplicar. Los primeros, por los pesticidas y los segundos, por la Cosa autonómica y sus asesores mil.

Pues bien, ahora con el chapapote político y medioambiental hasta el cuello, no puedo dejar de recordar a Valle Inclán, el rey del esperpento, el capaz de deformar la realidad hacia lo grotesco o absurdo como nadie. Y llego al recuerdo de este género literario, al ver como esta irritada sociedad ha tenido que recurrir finalmente a una Greta, que no Garbo, una virginal y adolescente sueca, en plan monstruo mediático, para pedirle que de forma apresurada y grotesca se ponga a remediar descosidos. Pobrecilla, de la que cuéntase que al llegar asustada a Madrid y decir “hola”, una sevillana que estaba recibiéndola no tuvo inconveniente alguno en mascullar…”Jezú, guapita, con una ola como ezazedebió hundíerTitani!

Permítanme todo lo anterior, de un patetismo casi tan lamentable como la situación del otro día creada por el circunloquio de la sultana andaluza, de Susanita “la del perdón chiquitín” en la Sexta-tv: la tele que de sobra lo sabemos, en su manía de desacreditar a quién le viene en gana, la dejaba hablar y hablar, para que pudiera casi acabar haciendo reir a todos los españoles con sus conclusiones de Perogrullo, con aquello de “a mí y a mi chico, al Manolo y al Pepe…que nos registren, que solo hemos administrado durante unos treinta y cinco años algo así como una academia de lambada socialista para divertirnos y ayudar, eso sí, al que no supiera bailar, fartaríamáá!

Viéndola hablar con aquél cuajo (los enzimas que son siempre tan capaces de reconvertir la leche como las cosas de la vida), acabé sintiendo como andaluz viviendo en la diáspora, el que de no haber existido el autor de las Sonatas, el Esperpento se habría hecho famoso en mi querida Andalucía. Contaba el gran Tico Medina que enseñando Sevilla a un amigo inglés en coche de caballos, el cochero, al llegar al grupo escultórico dedicado a su poeta, Bécquer, a la entrada del Parque de María Luisa, exclamó: “Miren, ahí eztáer monumento del Amó y ezezeñó e Júpité, erdió del amó, y loz que están a zuspiézon lo amante de terué…el Romeo y la Julieta. Así, con un par casi tan gordos como los de la Sultana el otro día refiriéndonos su versión personalísima del terrible expolio al que se había sometido a mi noble como entrañable tierra, mi querida Andalucía, mi oasis al que siempre necesito volver desde el destierro: ayer tan lleno de palmeras sin gusano, y hoy, por el contrario, tan llena de camellos como de “agusanadas cosas”.

“Somos satíricos porque queremos criticar abusos, porque quisiéramos contribuir con nuestras débiles fuerzas a la perfección posible de la sociedad a que tenemos la honra de pertenecer”. Larra dixit.

Luis Manuel Aranda – Médico Otorrino