Todo parece seguir su curso y fluir como era previsible. Las protocolarias visitas a S.M. Felipe VI no han sido más que eso, protocolarias.
El requerido momento de toma de contacto con el rey no ha supuesto ninguna sorpresa. Todo buen rollo y cumplimiento, sin más, de aquello que está legalmente establecido tras pasar por las urnas.
Felipe VI, consciente de lo que hay en juego, ha actuado como la Constitución le marca, sin salirse un ápice del guion. Debía tener consultas con todos (que quisieran verle), escuchar sus propuestas (aunque no merezcan ser oídos) y, a la postre, proponer candidato para ser investido como presidente (aunque nos repatee el hígado). Por tanto, siguiendo la dinámica pautada constitucionalmente, podemos decir que el “ciudadano Felipe” cumplió.
Si alguien llegó a imaginar que iba a enrocarse, negando la posibilidad de que el impresentable de Sánchez optase a la investidura, por más porquería y chusma de la que se rodee, no tendría una visión objetiva ni habría calibrado bien los riesgos de dicha decisión.
Su Majestad el rey ha demostrado una capacitación e inteligencia sobresaliente a lo largo de estos años. Y, en estos momentos, seguro que es consciente de que una gran parte de la población hubiese apoyado y aplaudido un veto que no ha existido. Pero, si se lo hubiese planteado, tras sopesar costes y beneficios, no le quedaba margen para otra decisión diferente a la que se ha dado.
Yo no tengo dudas de que, incluso apeteciéndole de forma mayúscula poner freno a la penuria interna y el ridículo internacional que supone una representación gubernamental de España sustentada en el tripartito sanchista-comunista-separatista, ese cierre al paso del ególatra y su camarilla podría convertirse en una bomba de relojería de incalculables consecuencias.
Las responsabilidades encorsetadas condicionan la actuación activa del rey en la vida política y, guste o no, hubiese sido del todo sorprendente y contraproducente saltarse la norma. Aunque muchos deseemos más vehemencia al exigir claridad y compromiso en las prioridades del que opte a gobernar la nación, prevaleciendo los intereses de España por encima de los personales.
Imaginad lo que socialmente hubiese supuesto poner trabas a esa posible investidura. Sería más que previsible una masiva movilización de los pastores republicanos e indepes, sacando a la calle a sus rebaños, con la incertidumbre de las consecuencias. Todos sabemos lo que esta gente entiende como reivindicaciones pacíficas y no violentas.
Si el rey hubiese llamado a las cosas por su nombre, parando los pies al vendepatrias, lo que estaba en la cuerda floja era una institución como la Monarquía. Poniendo en bandeja al sanchismo y al comunismo rancio su pretensión de amortizar nuestra forma de gobierno basada en la monarquía parlamentaria. Y sus socios separatistas frotándose las manos viendo que su paranoia se extiende a nivel nacional.
Los partidos constitucionalistas, entre los que incluyo al socialismo (importante diferenciarlo del sanchismo) han de dar un golpe en la mesa y reivindicar para España un Gobierno que alimente las esperanzas de la población sobre la base de la incuestionable y constitucional unidad de la nación española.
El verdadero socialismo debe poner contra las cuerdas al denigrante sanchismo que, con la complicidad de sus palanganeros y las sanguijuelas separatistas, pretende destrozar España.
Lo que estamos viendo hasta ahora son meras bocanadas de algunos de sus barones. En caso de que quieran solucionar de verdad el tema han de implicarse de forma efectiva, más allá de esa escenificación, fomentando el cambio en las negociaciones y en la propia candidatura a presidir el Gobierno de España.
La sociedad española, inteligente y sabía, empieza a ser consciente de los costes que objetivamente puede llevar implícito este futuro posible gobierno, al llegar a negociarse la soberanía nacional y ver como se prostituye el concepto de nación.
Carísimo nos va a salir que Begoña tenga camita caliente en Moncloa y que el aviador siga acumulando horas de vuelo ecológicas y sostenibles en los Falcon. Miedo me da. Estamos en manos del socialismo de verdad y patriota.
Javier Megino – Vicepresidente de Espanya i Catalans