A mis amigos de Espanya i Catalans.
Fui escribiendo cosas y cosas liberadoras, mucho antes de conoceros, y en la medida en que iban apareciendo y provocando. Por aquellos días del accidente ferroviario gallego, apareció lo que apareció y que provocó lo que sigue. Permíteme compartirlo con vosotros porque, lamentablemente, considero que aún, lo escrito en su momento, puede hacernos meditar, visto todo lo visto.
Feliz año a todos nuestros amigos de buena voluntad. Un abrazo…
Envolverse en la bandera
Qué días de Santiago llevamos, Dios mío. Aún estábamos con la cabeza puesta en el terrible tren homicida del pasado año, cuando ha vuelto a asolarnos un nuevo tsunami emocional. Y es que el Molt Honorable Pujol decidió nada más y nada menos que cantar en el día del apóstol, la fiesta de España, pero no precisamente y por ej., aquello tan zarzuelero de …”militares, a mí no me gustan porque luego te asustan con su espadín”, sino algo más vulgar, lo de que se había ido haciendo un plan de pensiones pensando en su vejez, a guisa de peculiar y genuino finiquito profesional, tras haber estado metiendo la cuchara en la política sin pudor alguno, ejerciendo de día la política, mientras las noches las invertía en hacer caja de forma glotona.
Salió exhibiéndonos su patética desnudez, sus cosas obscenamente íntimas de trincón heredero no contributivo, con cara más bien como de decir…me cáchis, si los palos del sombrajo hubieran aguantado hasta la consulta soberanista de noviembre, tal vez, yo me hubiera muerto de gusto, librándome así de esta muerte social y política, mucho más atroz que la otra. Fue una declaración deprimente, efectuada ya más bien con la guardia baja, con los ojos casi cerrados, sin su manoteo envolvente y guiñar continuado y habitual. Los fallidos gestos con los que, sin duda, y más últimamente, pretendía ocultarse la cara. Ay, el cruel subconsciente.
Siempre hablándonos desde el púlpito de su baja estatura con fervor de profeta bíblico destinado a reconducir al pueblo de Dios catalán hacía la tierra prometida. Misión con la que luego ungió a su delfín, el que va de Mas a menos , mientras le instruía en seguir sodomizando su propia verdad histórica ; olvidándose ambos, pobrecillos, de aquello que decía Unamuno sobre el separatismo vasco…”todas las Inquisiciones fracasan, hasta las que hablan resentimentalmente de sus supuestas libertades perdidas”.
¿Cómo habrán conseguido la ceguera suicida del avestruz entre sus votantes?. Pues ya lo hemos visto, de forma sencilla, con la idea de que defendiendo a Cataluña los defendían a todos ellos. Con un cemento para simples…el España nos roba, entre otras lindezas, con las que han pegado el pueblo a sus bastardos intereses.
Y, ahora ya, condenado al pelotón político de los indeseables encarcelados ya o pendientes de juzgado, sólo nos queda esto, como siempre, el recurso del no votar, del pataleo y la ironía.
Como médico, el Molt, aunque no tuvo, tan siquiera, el privilegio y placer de ejercer la medicina, sabía muy bien que es fundamental para el ejercicio profesional hipocrático el seducir y conquistar los corazones humanos para penetrar en el secreto de sus espíritus y ya ven, el rendimiento de la cosa, tras haber trasladado la máxima del ambulatorio a la política.
Como les decía, sólo nos queda la justicia de los jueces, los auténticos vigilantes de la playa democrática. La democracia, que decía B. Shaw…” el proceso que garantiza que no seamos gobernados mejor de lo que merecemos”. Nos quedan ellos y nuestra ironía, si me lo permíten.
Por el verano del setenta y seis era cuando recién llegado a Huesca tras haber aprobado unas oposiciones en Madrid, conocí a un hombre de Iglesia con importantes bienes inmuebles. Conocedor de su patrimonio, un buen día, en función de la amistad y empatía previamente establecidas, en plena presentación a otro amigo le estopé…mira, aquí D. Ele, el que te había comentado que vive como un cura (hoy diría otra cosa, como un senador, tal vez,). Pues bien, por la noche, recibí su llamada y antes de que yo pudiera pedirle perdón por la grosería e impertinencia cometidas, él ya me adelantó…mire, si es que tiene Vd. razón, D. Luis, pero yo quisiera darle una explicación si me lo permite. Mire, es cierto, heredé de papá un importante patrimonio, pero lo conservo porque siempre he estado convencido de que los pobres son muy manirrotos y si lo repartía lo desharían en poco tiempo. Así es que he preferido conservarlo y hacerlo crecer personalmente. Así, como les cuento, con la mismísima cara de nuestro personajillo de la bandera envolvente, el que decidió hace ya demasiados años no entregar su bolsa e impuestos a la pérfida España.
Mientras lo oía leyendo su propia esquela mortuoria, recordaba también cosas de otros tiempos, cuando teniendo que ir a operar a Barna, en mis años mozos de formación, como mi mentor profesional vivía enfrente del Deshonorable, allá por la avinguda del General Mitre, pasábamos por su puerta para ir hacía la clínica del Remei, y mi querido profesor y amigo, al ver a los dos-tres escoltas presentes, siempre dejaba escapar con orgullo…mira, aquí vive el “cabeza de seveta (cebolleta), como cariñosamente le llama mi asistenta”, el que a pesar de ser nuestro Dios y haber conseguido con su poder infinito incluso que la empresa de su mujer, según se rumorea, colocase todas las palmeras de la Barcelona Olímpica, él… él, fíjate, sigue viviendo como siempre, en su casa de toda la vida, con la sencillez y pobreza de un político ejemplar, como deberían de ser todos los políticos de este país, no como los de tu tierra, que viven por allá en Andalucía como señoritos, en el palacio de San Telmo.
Nuestro President, mira su casa, la casa de un hombre íntegro, capaz de imponer seguridad y perfume ético allá donde va con su sola presencia. Y mientras lo oía, uno asentía, a la vez que consideraba la tentación de santiguarse al pasar por la puerta de un Mahatma, un gran alma, un referente de pureza y beatitud democrática.
Ahora, mi amigo me dice que está tan consternado como en aquel instante en que se enteró de que en el asunto de los Reyes Magos había gato encerrado.
Sé que la última exclamación de Unamuno fue la de ¡pobre España!, en oposición a la de ¡Arriba España!, el grito de moda entonces. Y, sabemos también, como no, que Judas, al menos, acabó colgándose. Tiempo al tiempo.
Luis Manuel Aranda – Médico (Otorrino)