Majestad, no creo que la simple mención de Cataluña como un problema sea suficiente para acercarnos a la posible solución del mismo. Mencionar y señalar la pústula infectada no contribuye a su sanación y la infección seguirá creciendo. Creo que es necesario sajar para drenar la purulencia.

En los últimos años se ha señalado y criticado hasta la saciedad el error de los que promovieron el inicio del “procés” por no haber sabido suponer el desarrollo de esta aventura. En una situación así se conoce como se inicia pero se desconoce cómo y cuando acaba. Pero es evidente que nadie se atreve a aventurar el desenlace en caso de que quien puede y debe, no intervenga. Es malo que los separatistas luchen por llevar a cabo su plan de romper España, pero es peor que los que deben respetar y hacer respetar la ley, no hagan nada al respecto.

Todos conocemos los múltiples los ejemplos de conflictos entre dos comunidades que se suponen con derechos ocupando una misma tierra y que después de décadas e incontable número de muertos y perjudicados en sus bienes y haciendas, perduran en una cruenta lucha de años sin fin. Evitaré poner ejemplos concretos para evitar odiosas comparaciones y para no herir la sensibilidad de los familiares de las víctimas de esas locuras.

El común denominador de esos conflictos es sentimental, o sea, de orden identitario o religioso, pero ambas facciones en disputa aman la tierra en cuestión puesto que allí han nacido ellos o sus hijos y de ningún modo están dispuestos a abandonar el lugar que les vio nacer. Eso no supieron valorarlo los instigadores del procés. Tal vez supusieron que, en caso de conseguir su objetivo, la parte derrotada aceptaría sumisa o democráticamente su nueva situación.

Si nos aventuramos a suponer el éxito de los separatistas en Cataluña y en consecuencia la creación de la “soñada república”, se podría predecir la aparición de una resistencia armada con su secuela de dolor y muerte, lo cual nos llevaría a un terrible escenario semejante a alguno de los mencionados antes y a su vez al hundimiento económico de esa comunidad. Nadie invierte un dólar en zonas de conflicto armado, salvo para comprar o vender armas.

Ante la manifiesta incompetencia de nuestros políticos para encontrar una solución al problema creado por ellos mismos, se hace imperiosa la necesidad de que seamos nosotros, la población civil, la que nos unamos en grupos de presión para rechazar la burda manipulación de la que somos víctimas antes de que los supuestos mencionados se lleguen a convertir en realidad, puesto que al fin y a la postre, los ciudadanos somos los que pagamos con nuestros impuestos su incapacidad y, (si se diera la trágica situación que he supuesto antes) pagaríamos con nuestras vidas y con nuestras haciendas el conflicto.

España es una gran nación con una larga historia de influencia en la creación y ordenamiento del concierto de la civilización occidental. Son abundantes las gestas históricas en las que nuestro país ha contribuído.
Ese magnífico legado no puede ser vilipendiado en unos pocos años por una caterva de políticos cortoplacistas interesados en su proyecto personal a costa del proyecto Nacional.

Si no defendemos nuestro legado histórico, nuestros hijos nos reclamarían que ahora no hiciéramos las cosas pensando en su futuro y nuestros predecesores, desde sus tumbas nos gritarían por haber malbaratado su sangre y esfuerzo.

Si se llegara a producir la ruptura de España, la creación de la república catalana no sería el soñado final del famoso “procés” sino el inicio de un terrible conflicto que sumiría a Cataluña en una sangrante ruina por décadas. Reflexionen señores separatistas, ni ustedes ni nadie desea eso. Estamos a tiempo de evitarlo.

Xavier Codorniu