Estamos ante una situación que, por rocambolesca que parezca y por incongruente que sea, desgraciadamente es real.
En nada se va a poner en marcha una mesa de debate que nace viciada desde el momento cero. Carente de sentido porque trata de negociar lo innegociable, a la vez que sectaria porque lo que pretende debatir se hace al margen de la mayoría.
¿Acaso creen que, con esos interlocutores que han pactado para contentar al separatismo, están hablando con todos los catalanes?
No salimos del bucle en el que llevamos inmersos tantos años. Convivimos con unos, desequilibrados mentalmente por el virus separatista que les tergiversa el raciocinio, que no pierden la mínima oportunidad para hablar en nombre de toda Cataluña, siendo realmente la voz exclusiva de esa minoría que abandera el trapo de la estrella.
Y otros, viviendo su gozo y regocijo en plenitud mientras sacan todo el provecho posible a los privilegios del poder que tanto han ansiado, que validan con sus actos y decisiones esas conversaciones del todo, participando solo una parte.
No nos engañarán ni unos ni otros, pero nos preocupa lo que pueda decidir esa ristra de incompetentes fanáticos e interesados vividores. Es más que fundado el temor de la otra parte de los catalanes, sin voz en esa mesa de amigotes, al ser conocedores de la política de cesiones y concesiones que usa el “sanchismo” como moneda de cambio. Una auténtica vergüenza.
Los que tienen silla en la mesa coinciden en su ansia por romper y demoler la España democrática y soberana que conocemos.
Los carentes de vela en este entierro, partidos y entidades incuestionablemente constitucionalistas, seguimos viendo a España como la única realidad, manteniendo el compromiso y convicción de defenderla siempre… razón suficiente para no estar presentes.