La literatura es una referencia del pensamiento a través del relato. Fija instantáneas y vivencias de personajes diseñados para emular al hombre en sus pequeñeces y grandezas. Abrir un libro y acariciar sus hojas con la mirada permite recibir infinidad de reflexiones, frases, palabras cargadas de amor, generosidad, complacencia y hasta de odio, que el autor traslada de la vida real a la de ficción; escenas retenidas por unos instantes, que nos recuerdan lo que somos o lo que podemos llegar a ser.
Momentos de mucha tensión son los actuales, en un extremo la crisis de la Nación fomentada por los nacionalismos y en el otro el Coronavirus que pone en peligro la vida de muchos ciudadanos. Si todo esto está bajo las directrices de un gobierno macerado por fuerzas totalitarias, doctrinarias, excluyentes, contrarias al Estado de Derecho, es un gobierno dispuesto a saltarse la ley, mentir, prevaricar, tomar a la Administración como instrumento de partido, reducir el espacio de libertad que aún le queda al ciudadano. Día que transcurre, la agenda se va cumpliendo, paso a paso surgen los hechos, las medidas institucionales que conducirán si no se remedia, a un cambio de régimen.
En este magma de putrefacción política, nos ha asaltado desde zonas lejanas, China, un bus explosivo, de alcance imprevisible. Tarde y sin un programa de acción bien diseñado, apareció el señor Sánchez ante los españoles. Esa decisión anómala en él pues su interés siempre ha estado centrado en saberse poseedor de la aureola presidencial, fue todo una parafernalia, palabras vacías, “ Haremos lo que haga falta, cuando haga falta y donde haga falta “y las medidas serias que su ministro indicó ya habían sido tomadas por la presidenta de la Comunidad madrileña. Desde ese momento los rumores de indolencia achacada al Ejecutivo fueron constantes, no había asumido sus obligaciones en el mismo momento que recibió de parte de las autoridades europeas el aviso de alerta, le pudo más el mantener la autorización de la manifestación del 8M con el riesgo que conllevaba para la salud. La OMS declara el brote de Covid-19 pandemia global y nosotros tres días antes, en distintas ciudades de nuestro territorio bailando al ritmo marcado por la ministra Irene Montero. Y después del coste de fallecidos, ingresados y de la gran preocupación generada, el 13 de Marzo, declaración institucional por parte del Presidente con el anuncio de un consejo de ministros extraordinario para decretar el ESTADO de ALARMA. La realidad había abofeteado al Presidente.
La corrupción en el ámbito público ha sido un huésped dañino. Construimos entre todos un modelo de transición política, admirado fuera de nuestras fronteras y que debería haber sido una satisfacción para cada uno de nosotros. Pero esa enfermedad moral empezó a hacer mella en las autoridades y de ahí asoló y se extendió por todo el espacio político. El mal no tuvo fronteras y sus tentáculos fueron con paso firme, de espacio a espacio, cultural, económico, judicial, educativo. Y ahora no encontramos quién nos apoye en la defensa de nuestros derechos, que abandere el respeto de la ley, que necesite la libertad para con honestidad argumentar que la justicia social empieza por el cuidado de las pensiones de nuestros mayores, por insistir en la calidad del SABER impartido en las aulas, por velar el funcionamiento de la asistencia sanitaria, por tener controlada la delincuencia y apoyar a la víctima de la barbarie. Imprescindible es que vea al contribuyente no como una esponja que exprimir para satisfacer las cuentas bancarias de la “gran familia “que ostenta el poder sino como un colaborador para disponer con buen fin el erario público.
En una primera fase, el botín económico fue el aliciente, pero se incorporaron el deseo de subir de categoría en el trabajo, de conseguir una medalla más, un aplauso , un currículum , un título enmarcado en un cuadro. En esta pendiente de degradación moral aparecieron los dosieres repletos de hechos pasados que presionaban y doblegaban la voluntad del que quería actuar bien.
Y aquí entra la obra literaria, la que nos pone ante los ojos las vergüenzas, las mezquindades pero también nos recuerda que siempre hay un remedio. La novela picaresca nos regaló el Lazarillo de Tormes. Un muchacho que cuando estaba con uno de sus amos, el ciego, y aplicaba su astucia para comer más gajos de uva, el viejo le replicó “ sabes en qué veo que las has comido de tres en tres, en que yo las comía de dos en dos, y callabas “.
Imprescindible salir de este remolino de aguas turbias y exigir comportamientos honestos en todos los ámbitos, nadie fuera de esta consigna. Dejemos atrás al pícaro, empecemos a reaccionar y pongamos en primer lugar el ajustarnos a los principios democráticos. La responsabilidad de los actos realizados debe primar y no disculpar a los que merecen ser reprobados. El apoyo en las urnas debe velar por esta consigna: formación, honradez y la promesa prescrita para asumir el escaño en el Congreso, en el Senado, en las Cámaras autonómicas y en los Consistorios, no edulcorada con frases de tinte partidista ni nacionalista. Quien intente representarnos en los espacios públicos, no puede ser un negociante, un fenicio de la modernidad.
Ana María Torrijos