Tenía yo pocos años, no recuerdo exactamente, pero diría que fue durante los años 70 y comienzos de los 80.

Por aquel entonces, sin Movistar +, Netflix, ni ninguna plataforma que hoy nos brinda infinitos canales en la tele, la paupérrima parrilla televisiva del momento nos deleitaba con un rato de risas que, para mi generación, es algo absolutamente inolvidable.

Nadie puede negar respuesta a esa pregunta que tenemos interiorizada, a voz en grito, con aquello de ¿Cómo están ustedes? Vamos, lo mismo que si a alguno de los de tu camarilla y edad le dices eso de “Hola Don Pepito”.

Todos los que compartimos generación tenemos algo dentro que nos hace tener un cariño especial por aquellos inigualables payasos que tanto han servido para educarnos y divertirnos. Mi reconocimiento a esos magníficos magos de la risa que fueron los integrantes de la familia Aragón.

Las generaciones y tendencias han ido cambiando. Los referentes de divertimento para los chavales han ido modificándose. La disponibilidad de numerosos canales de televisión, los variopintos dibujos animados y la modificación de tendencias hacia personajes e historias menos inocentes, han supuesto una clara alteración de ese criterio monofásico -al no tener mucho donde elegir y ver- que tenemos incrustado en nuestro ADN los que ahora rondamos el medio siglo.

No digo que la televisión infantil sea mejor o peor que la que disfrutamos nosotros, sencillamente es diferente. Con el tiempo todo puede cambiar y hay que admitirlo, la duda es si lo hace para mejorar o no. Lo dejo a valoración del lector.

Eso sí, siempre hay un límite y debe evitarse el mal gusto. Por eso, estoy del todo en contra de esta nueva versión de payaso televisivo, en formato clown a lo Gaby de hace casi cincuenta años, que nos deja anonadados con sus comentarios que, entendemos, pretenden hacer una gracieta.

Salir en la tele con una faz que pretende imponer cierta seriedad, para compensar las constantes y ridículas gracias de su camarilla, relacionando el número de mascarillas enviadas a Cataluña con un año del calendario, ese que su troupe del chiste ha tergiversado creando una fábula que solo se creen las mentes fanáticas es, por llamarlo de algún modo, algo totalmente patético.

Desde luego, esta nueva versión de payasos de la tele que sale preferentemente en TV3 y van con sotana amarilla, deja mucho que desear. Aunque, pensando en los jóvenes que pretenden abducir a base de mentiras y manipulaciones, sí debe ser útil el uso de un sketch de ese tipo con el ánimo de inculcar odio y ahondar en el fanatismo. No olvidemos que, para estos temas de exaltación de su realidad tergiversada, con ánimo adoctrinador, son unos auténticos expertos.

Seamos serios, demos carpetazo a la gilipollez y usemos con rigor las mascarillas y cuantas más lleguen mejor. Hay que ganar cuanto antes la batalla a los virus y, como decía la canción, que nos deje de picar la nariz.

Javier Megino – Vicepresidente de Espanya i Catalans