Por si no cabíamos en casa… nos parió la abuela, dice uno más de nuestros sabios refranes, a los que solemos recurrir cuando queremos resumir y sentenciar una cruel e inesperada situación. Y se me ocurre recurrir a ella, ahora que teníamos olvidada la Peste Negra del siglo XIV, la que mató a las 4/5 partes de Europa, y la epidemia de Cólera de 1.817 que acabó con otros 40 millones, y olvidado incluso al nefasto Napoleón, el que hizo desaparecer a casi tres millones de europeos, en su viaje de sangre y fuego desde Cádiz a Moscú; olvidada incluso “la Peste española” de 1.918, la de los 300.000 muertos.
Pues bien, estoy aquí confinado, triste y rabioso, como muchos de Vds. por tantas y tantas terribles cosas como nos están ocurriendo, tras ver cada día el parte de fallecidos. De sobra lo sabemos, viviendo como vivimos con el mayor porcentaje de fallecidos por millón de habitantes del mundo y con el también mayor número de sanitarios contagiados, con incluso un importante médico de mi provincia andaluza, otorrino como yo mismo, en la UCI, junto a su esposa, mientras queremos comulgamos a cada instante con la consoladora “hostia” futura, la de la inmediata insurrección legal de los afectados e infectados contra los responsables de todo este desaguisado, de toda esta sociopatíamédico -sanitaria a la que nos han conducido la ineptitud de unos y de otros. Pero mientras eso llegue, felizmente para unos, pasada ya la pesadilla, y empiece para otros su obligado Vía Crucis, en el que deberán de purgar sus responsabilidades y culpas, van surgiendo situaciones y situaciones que merecen ser denunciadas y desenmascaradas en función de la catarsis más higiénica a que todos estamos obligados, aún en la plena travesía del desierto. Porque no sólo lavándonos las manos podemos librarnos de bichos y culpas.
Verán, nunca me he caracterizado por tener miedo a institución alguna, de forma que cuando he tenido que personarme en los medios ante agresiones políticas, ya por temas profesionales, de colegiación médica o de simple ciudadanía, no lo he dudado, he entrado al trapo, por considerar que la sinceridad, la franqueza y el compromiso con la sociedad deberían ser las tres cualidades más valorables de un médico, como el gran Marañón, el médico humanista, me pudo enseñar en su día. Así es que ahora, no esconder la cabeza bajo el ala era una exigencia moral y profesional aún más necesaria.
Por ello, cuando el día nueve de marzo alguien del hospital de Huesca me comunicó el que estaba habiendo una sucesión de muertes raras por Neumonía y “otras enfermedades respiratorias” sin tipificar correctamente, desde el punto de vista etiopatogénico, me sentí en la obligación profesional y moral de advertirlo a dos grupos de WhatsApp, a HuescaSuena, un grupo social y local y otro de mi urbanización, en la idea de conminarles a una básica y urgente toma de protección sanitaria para sí y los suyos.
Fíjense, tuve la “temeridad” de advertir algo cuando nadie, o no lo sabía o no le había parecido oportuno denunciarlo. Otros responsables políticos o sanitarios, nada más tener la menor información, más sagaces y responsables, se atrevieron a implementar medidas que les están salvando a todos ellos. De sobra sabemos que es lo que está ocurriendo en pueblecitos de Teruel, por ej., donde ahora a sus sanitarios locales y alcaldes se les lleva bajo el palio de la responsabilidad y la sabiduría epidemiológica más elemental, como referentes de las cosas bien hechas. Y, sin embargo, por esta mi pequeña ciudad, hasta de fácil aislamiento, no solamente nadie se dió por enterado, sino que un conocido político o expolitico, vaya Vd. a saber…un “paisano con Fuente en el pórtico de entrada”, una persona sin talento ni conocimiento de epidemiología alguno, contestase en plan fanfarrón y provocador, aduciendo el que por haber gentes alertando en un grupo de Sanidad, de forma impropia, él, no tenía más remedio que abandonarlo, para no sufrir más con las locuras ajenas.
El arribista incompetente, fue debidamente contestado, pero otra persona y como él mismo, la Secretaria de mi colegio de médicos también decidió salir del Grupo, a la vez que conminaba al Presidente de la Cosa a darme un toque de atención por sembrar tempestades, por considerar los perjuicios, supongo, que yo podía estar ocasionando con mis notificaciones alarmistas. Algo que todavía no consigo columbrar si lo hizo por su militancia política o por desconocer lo que estaba ocurriendo, algo todavía más desconsolador y ofensivo, dado su actual cargo. En cualquier caso, la cosa tiene la importancia que tiene, por lo que y, para que no alegue la camarada que mis denuncias las hago fuera de plazo, como en otra ocasión anterior, en que denunciando algo que sabía sobre el Colegio, ella me respondió que había hecho la alegación y denuncia fuera de plazo, ahora, no quiero que me ocurra lo mismo y, por todo lo anterior, mientras a nivel nacional pudiera desear el que el actual Gobierno, tan imprevisor como incompetente, pudiera dimitir, aquí en mi pequeño ámbito de los casi ochenta muertos y los setenta sanitarios contagiados, y con un servidor en una cuarentena obligada, tras haber dejado la consulta por haber tenido un cuadro susceptible, y sin poder ser testado a día de hoy por organismo alguno, ni público ni privado, no me queda más remedio que esto…lamentar, tanto como el que hubiera podido parir también la abuela por aquí, el que dicho parto, pudiendo haber sido incluso atendido por la Sra. Secretaria de mi colegio de médicos, esta, de forma acobardada y descuidada, decidiera hacer mutis por el foro, dejando La Cosa y a mí mismo a los pies de los caballos.
Por eso, entiendo y para acabar, que si dimitiera, nos acabaría haciendo un favor a todos nosotros y al sentido ético más elemental. Se lo pido ya, con el Pte. de la Comunidad autónoma pidiéndonos perdón por todo lo mal hecho, e incluso con su Jefe (¿)de filas político, el Sr. Arturo Aliaga enfermo .Y, lo hago ahora, porque con el debido sentido común, he sabido ir mordiéndome la lengua día a día, hasta esperar que el sabio tiempo acabara por darme la razón mientras que se la quitara a su negligente y peligrosísimo comportamiento.
Luis Manuel Aranda – Médico Otorrino