Con solo poner la tele un rato, algo que puede ser frecuente en momentos como los actuales de confinamiento doméstico, ves que mucha de aquella vieja programación de antaño vuelve a estar de moda.
Ya comenté que, en su versión TV3%, los “Payasos de la tele” habían resurgido en esta década del siglo XXI. El clown Buch logró el momento de su carrera con ese sketch del 1714, al hilvanar mascarillas quirúrgicas con la Guerra de sucesión española (esa que el separatismo reinventa a su interés). Mis felicitaciones y nominación a la payasada del año.
Huelga comentar el tremendo logro que ha supuesto reinventar el NODO, al pasar de ser una emisión en blanco y negro coincidente con el nostálgico cierre de emisión diario, a una nueva versión posmoderna a todo color y en la mejor franja horaria televisiva, sin límite de tiempo y con toda su pomposidad.
Su resurgir ha sido posible al disponer de un galán con hermosa figura, experimentado en contar cuentos y hacerse películas. Es tanto lo que está aprendiendo que puede tener garantizada continuidad mediática para satisfacer su ego, cuando toque girar las puertas, disponiendo de hueco en algún “reality show”.
Que nadie piense que me ha pasado algo al decir esto último, sencillamente hay que hacer la rosca al “guaperas presidencial” por si leen esto sus censuradores encubiertos o los perfiles falsos en redes sociales que tanto dulcifican la nefasta gestión de la crisis.
Pero permitidme que acabe comentando la gran apuesta del poder a la hora de refrescar viejas glorias televisivas, en este caso enfocada al vulnerable público infantil, futuro votante, que resiste como puede en su arresto domiciliario.
La reaparición del nuevo Conde Draco, de aquel “Barrio Sésamo” que quizás hoy debería ser “Mansión Galapagar”, será difícil de superar. Su irrupción pidiendo perdón a los niños es chocante, reconociendo que les han creado agobio y confusión con sus erróneas y ambiguas decisiones.
Le conviene ampliar miras a la hora de disculparse, siendo coherente y dejando su populismo interesado al margen. Es más, para muchos sería mucho más lógico, además de gratificante, que se escuchase él mismo cuando decía en 2014 que en política no se pide perdón, se dimite.
Me gustaría creer que el teatro de ayer fue solo un ensayo del perdón que todos estamos esperando. Un perdón que ansían, especialmente, al menos y por el momento 22.000 fallecidos y sus familias. Personas que es una vergüenza se consideren solamente parte de una curva en una gráfica, cuando fueron abuelos, padres o hijos, que nos dejaron por la ineptitud del Gobierno del que ese señor forma parte.
No es momento de hacerse el gracioso con una disculpa populista dirigida a los menores de 14 años encerrados en casa, que en su mayoría seguro que tienen más conocimiento que él. La disculpa ha de ir mucho más allá, compensando en lo posible el dolor causado por la nefasta gestión de esta crisis sanitaria.
Javier Megino – Vicepresidente de Espanya i Catalans