Este escrito se ve muy condicionado por el cariño que le tengo a la persona que, en el fondo, lo protagoniza.

Me es imposible camuflar la pesadumbre y bochorno que me provocan sus decisiones y apariciones públicas, siendo imborrable el sentimiento generado tras el famoso abrazo poselectoral que, a la postre, demuestra que nos hunde en la miseria.

La evidencia de un futuro incierto y de penoso recorrido, consumada la ligazón entre sanchismo y populismo comunista, nos ha puesto, a los que de verdad amamos a España, en alerta máxima.

Es difícil encontrar otro momento comparable y, si alguno se le parece, sabemos que acabó mal, muy mal. Aglutinar a malos con malísimos y, para colmo, teniendo como maestros de ceremonias a los peores, en referencia a los separatistas de diferente pelaje que quieren destrozar la nación, no vaticina nada bueno. Máxime sí, como sucede, estos últimos son del todo necesarios para el débil Gobierno, dándoles el rango decisorio o condicionante que les otorga la posibilidad de meter baza y jugar en su campo, desangrando con sus posturas supremacistas al toro herido.

Una combinación explosiva que nos ha llevado a la consumación de un contubernio que supone, para los españoles de bien, ser testigos del deterioro de nuestra nación con el patrocinio y liderazgo de los que tienen la obligación de defenderla, además de representarla. Pero que, desgraciadamente, ni la sienten ni la quieren.

Vivimos en el caos ocasionado por ese sumatorio de intereses que aglutina a los que quieren cambiar el modelo de Estado, llevándose por delante desde la monarquía, nuestros valores, las costumbres, el sentimiento patrio, hasta la proyección, el progreso, el crecimiento y desarrollo; junto a los que, sin ambages, existen con el único objetivo de acabar con la nación que nos representa a todos, chupando mientras puedan del bote con el permiso de unos gobernantes de medio pelo que venderían a su madre por seguir siendo “poderosos”.

Al margen de los intereses rastreros del separatismo, inmiscuyéndose en una gobernabilidad que les da lo mismo, así como del postureo de ese “guapo entre los guapos” que pone ojitos ante las cámaras y usa los medios como herramienta de propaganda electoralista, me centraré en el tercero en discordia. Ese que demuestra ser lo que los padres pretenden evitar en la adolescencia de sus hijos, una mala influencia a tener muy lejos de casa.

Sin duda, ese peligro que osó dirigirse a los menores para pedir perdón por sus cambiantes decisiones, mientras los mayores esperamos, representa el verdadero mal que subyace de todo este entresijo de decisiones cruzadas y cambiantes, vinculadas con la gestión de la pandemia. Un peligro de persona a la que, para colmo, se le ha dado acceso y mando en algo tan delicado como es el C.N.I., haciendo evidente un dicho como es el que habla de usar al zorro para el cuidado del gallinero.

El penoso momento del abrazo de la coalición social-comunista ha servido para dejarnos en evidencia ante todo el mundo, nuestras flaquezas y ridículos ya son compartidos en el mundo entero. Pero también sirvió para activar un periodo en el que confluyen muchas casualidades.

Podemos (nunca mejor dicho) empezar por el fallecimiento de una Borbón, como era la hermana del rey emérito, pocas horas después de consagrarse la unión de los Picapiedra. Luego hemos llegado a ver colas ante los supermercados, en una preocupante simulación de la envidiable vida de la Venezuela chavista, con esa sensación de riesgo por desabastecimiento y falta de productos en estanterías. También ha coincidido con un momento de despiadado control de los medios de comunicación, con millones en prebendas económicas para ganar su editorial, además de la evidente manipulación interesada de las redes sociales para hacerse autobombo, siguiendo una marcada estrategia propia de regímenes de ultraizquierda fanática o de manipuladores separatistas. Sin olvidarnos de la coincidencia en el tiempo que ha supuesto el cierre temporal de las iglesias y esa suspensión histórica de la Semana Santa cristiana (no lo tengo claro con otros credos). Y, para cerrar ejemplos, la posible sentencia a la tauromaquia.

La combinación de todo lo anterior debe suponer, para el noble de Galapagar, una sensación incalificable, viendo como transcurren los acontecimientos desde la piscina del palacete y recortan los setos y te sirven gintonics los miembros y miembras del servicio. Todo sin necesidad de cambiar el discurso comunista que alude a la “casta”, siendo él un rico de España. Ironía posible viniendo de alguien capaz de llegar a incumplir con sus propias normas y exigencias, cuarentenas incluidas.

Termino aclarando mi anterior alusión a la tauromaquia. Me temo que, sabiendo que los ingresos del sector se producen en los festejos veraniegos, la situación en la que nos encontramos tras el COVID-19 puede llevar a una espiral en la que se haga irrentable el mantenimiento de un ganado bravío que, en lugar de unos meses hacinado en granjas y a base de pienso para convertirse en filetes, vive años en libertad con alimentación y cuidados privilegiados, además de la posibilidad de vivir como semental hasta su muerte natural, tras el indulto en la corrida si demuestra raza y bravura. Confiemos en el sentido común y amor a los animales de los ganaderos, que miman a estos ejemplares de puro músculo en sus extensas fincas, porque más vale no contar para ello con la interesada y populista visión sesgada de aquellos animalistas que confunden al toro con el símbolo que es.

Javier Megino – Vicepresidente de Espanya i Catalans