Los dirigentes políticos que nos ha tocado padecer no son muy normales. Desde hace tiempo estamos gobernados por un grupo de iluminados sectarios que creen que media Cataluña debe tener menos derechos que el resto por hablar en castellano y por no despreciar sus raíces españolas. Es un claro ejemplo de racismo etnicista derivado de un supremacismo moral que impregna muchas de las esferas de influencia de esta sociedad. Ellos siguen a la suya aprovechando que la oposición parece el ejército de Pancho Villa.

Sólo hace falta echarle un vistazo a los titulares de prensa que nos han regalado estos últimos días los jefes de la secta lazi mientras morían miles de catalanes para darnos cuenta de la magnitud de la tragedia. Nos han ocultado muertos, han equiparado la situación de la población afroamericana con la causa separatista, TV3 dando cobertura a un exetarra que acusa de De los Cobos de torturador, se han mofado de que trabajadores de Nissan usen el castellano para reivindicar su situación, han acusado de fascistas para arriba a todos los partidos constitucionalistas, el Govern se ha vuelto a subir el sueldo, los ‘espías del catalán’ delatan a un hospital público por usar el castellano en Mataró, la Generalitat esconde esteladas y lazos amarillos para buscar turistas de toda España, exigen en plena pandemia la convocatoria de una mesa de diálogo para hablar de la independencia, el chiringuito CAC critica a Netflix porque no tiene oferta en catalán, sacan de la cárcel a todos los golpistas condenados por el TS, el chiflado de Canadell inventa mascarillas indepes y sigue sin dimitir la portavoz parlamentaria de JxCat en el Congreso por los presuntos delitos de prevaricación, fraude a la administración, malversación y falsedad documental.

Todas estas cosas han pasado estas dos ultimas semanas mientras morían miles de compatriotas. No son capaces de contener su secreción de bilis ni en los momentos más duros. Uno no puede permanecer impasible ante tanta irresponsabilidad e inmoralidad. Espero que la sociedad catalana no tarde mucho en reaccionar y desaloje del Palau de la Generalitat a tanto vividor sin escrúpulos. O paramos esto ya o nos haremos daño. Hay que frenar esta sangría de confrontación y estupidez política.

Antonio Gallego – Economista