Es innegable que vivimos en un país en el que el distanciamiento social es evidente. Y no me refiero a los dos metros exigidos para evitar posibles contagios, o la redefinición a metro y medio planteado como alternativa para lograr mayor apoyo parlamentario. La referencia a dicho distanciamiento es en otro contexto que va más allá de la separación interpersonal. Se trata de una barrera que, aunque pasen los años, aleja una mitad de España de la otra.
Los momentos de horror que supuso el enfrentamiento civil del siglo pasado no se han superado. Siempre hay quien, interesadamente, los reflota para seguir sumando a favor de una determinada postura ideológica. Sin ser necesario ni conveniente dar rienda suelta a lo que todos estemos pensando al respecto.
Remover conciencias y refrescar sentimientos deriva en un choque de esas dos mitades que, desgraciadamente, parece que no van a poder converger nunca. Unos parece que les sea más fácil mirar para adelante, mientras otros aparenta que siguen anclados en la vista para atrás. Con esos mimbres, parece imposible olvidar y aparcar de forma definitiva la tragedia y se brindan momentos en los que vuelan los trastos de unos a otros, los cuales coinciden, en la mayoría de ocasiones, con la proximidad de citas electorales.
El argumento contrario al otro, con el omnipresente recuerdo de antaño, son una baza electoralista que perpetúa la separación de una parte de la sociedad española frente a la otra. El ansia por definir buenos y malos, vencedores y vencidos, honrados y abandonados, es algo recurrente y cansino, más aún para las generaciones que viven en el presente y que solo tienen recuerdos del pasado a base de menciones a la memoria histórica en los medios, como propaganda interesada que deje poso e impida borrar, olvidar y pasar página.
Tanto es así que nos sorprendemos cuando vemos los argumentos o posturas de “los otros”, en comparación con la opinión propia. Lo que para unos es una clara evidencia de carencia, falta de profesionalidad, ridículo, bochorno o despropósito, para otros puede ser un acierto, éxito o garantía.
La desgracia que para unos supone tener este Gobierno y sus limitaciones, otros lo ven un privilegio y fortuna. Así es imposible que todos vayamos a una y luchemos por lo que nos une. España en sí es algo que nos enfrenta. Unos la vemos como el sentido de todo y la razón sobre la que sostener nuestro futuro, para otros es el lastre y el objetivo a vencer. Y lo malo es que ahora gobiernan los que piensan de este último modo.
Esa visión enfrentada hace comprensible que, lo que para algunos es encumbramiento y la posibilidad de reconocimiento para el equipo médico gestor del covid-19, para otros es una verdadera vergüenza. Aquello que para unos merece premio, para otros requiere de depuración de responsabilidades, con la exigencia de que la Justicia opine al respecto y otorgue, en formato fallo judicial, su merecido premio.
Javier Megino – Vicepresidente de Espanya i Catalans