El pasado fin de semana pude recobrar las andanzas y costumbres de unos meses atrás, cuando aprovechaba algún fin de semana al mes para esa escapadita, oxigenante y liberadora, que supone salir de Cataluña y visitar la bella comarca turolense del Bajo Aragón.

Ya se acumulaban varios meses en los que dicho hábito no se repetía por estar en situación de confinamiento, con el sobrecoste añadido que supone, para tal desplazamiento, el cambio de comunidad autónoma. Confieso que esta posibilidad de circular libremente, sin condiciones ni restricciones, cambia diametralmente la situación y el ánimo.

El proceso de desescalada ha sido frenético. Se ha pasado del hermetismo a nivel local a la libre circulación nacional en un visto y no visto. Los argumentos vinculados a una economía terciaria como la nuestra son causantes de ese cambio de rumbo acelerado, con la mirada puesta, especialmente, en la tasa de desempleo. Un indicador que, si nos asusta ahora, ya veremos en el momento que queden aparcados los condicionantes que imponen los ERTES. Y eso sin descartar la posibilidad de un rebrote tras el verano, en caso de que no nos tomemos las medidas sanitarias debidamente en serio, como parece previsible con la aparición recientemente de nuevos focos de contagio.

Pero, una vez llegado a la capital de la citada comarca, la majestuosa y preciosa villa de Alcañiz, uno se queda sorprendido por un cambio perceptible desde un par de kilómetros de distancia.

Fue en la anterior legislatura cuando los visitantes, muchos llegados de la vecina comunidad catalana, tuvimos una sorpresa mayúscula. Tras un largo debate municipal, con detractores y favorables a dicha medida, se instalaba señorialmente y como merece un mástil con una bandera nacional de grandes dimensiones, justo en la plaza frente a la sede de la Policía Local.

Se trataba de una enseña nacional que, viniendo por la carretera de Caspe, permitía el disfrute de la visión de nuestra rojigualda desde lo lejos. Lo que, al venir de una comunidad en la que se prodigan trapos estelados por doquier y no se respeta nuestra bandera constitucional, generaba gran reconforte y brindaba un sentimiento de proximidad y cariño hacia los vecinos del municipio alcañizano.

Pero, tras las municipales del año pasado, la suma de socialistas con los amigotes de Podemos y el voto decisorio de Ciudadanos, cambiaba el color del Consistorio que había decidido su instalación.

Quiero suponer, aunque todo es posible, que dicha obra no influyera en el cambio de voto de la gente, de forma que se llegara a hacer alcalde al candidato del PSOE, en lugar del anterior del PP. Pero lo cierto es que ahora ese municipio está en manos de la misma coalición que tenemos a nivel nacional, con la muleta del partido naranja, lo que no deja de ser el preámbulo de lo que estamos viviendo en la carrera de San Jerónimo.

Además, esa conducta que rebaja la simbología de la bandera de España, haciéndola prescindible por cualquier cosa, facilita que relacionemos la conducta del socialismo local con lo que estamos acostumbrados a “disfrutar” en Cataluña, muy próximo a los intereses y el modo de actuar del separatismo y sus cómplices morados.

Lo demostrado y evidente es que, con este nuevo horizonte, lo que era una bandera que simbolizaba la solidaridad del municipio con la nación que nos une, una bandera de todos, ahora se puede sacar y poner a conveniencia sin el respeto que se le debe.

Doy por supuesto que, en esta nueva tendencia, tras haberse cuestionado los costes de la enseña nacional, no se han debido hacer remilgos a la hora de disponer de otras de las mismas dimensiones, ya sea con un símbolo femenino, obviando que la mitad de la población es masculina o, como sucede esta semana, utilizando el mástil para una bandera del arcoíris que, agradezcámoslo para la evolución de la especie, no representa a todos.

Le pido al alcalde que deje de ser sectario. La igualdad de sexos, así como la libertad sexual debe hacerse sin exclusiones. Siendo todos iguales por razón de sexo, no hacen falta banderas de este tipo, como tampoco las hay para ensalzar la masculinidad o la heterosexualidad.

Consciente de la rebaja moral que tiene el socialismo, capaz de vender lo que sea necesario para mantenerse en el poder, no confío demasiado en el futuro de la ciudad, estando ellos ocupando su alcaldía y ostentando el poder municipal.

De este tipo de gente que ningunea lo de todos, sobrevalorando a conveniencia cualquier sábana o pancarta coloreada, es fácil que tengamos muchas más sorpresas en adelante.

Viviendo en la cuerda floja, dependientes del apoyo del comunismo rancio y de los que suman donde les interesa, sin un criterio definido, me temo que van a tener mucho dinero para ir homenajeando a sus amiguitos con decoración a conveniencia.

Al menos espero que la confusión no les aturda y, cuando se sumen a las reclamaciones de sus colegas separatistas catalanes, aliados en el Gobierno de España, el próximo 11 de septiembre, no confundan churras con merinas y coloquen en el lugar privilegiado que ocupa el mástil de Alcañiz una estelada catalana.

De personas serias, inteligentes y respetuosas se pueden tener esperanzas, pero tratándose de este tipo de gente, si tenemos a Pedro Sánchez como su ejemplo y guía, la verdad es que no lo tenemos nada fácil.

Aun así, no perdamos la fe y seamos sensatos pidiendo al alcalde que deje de hacer postureo y reponga, en su sitio, con orgullo, la bandera de España.

Javier Megino – Vicepresidente de Espanya i Catalans