Todos sabemos que en Cataluña la gente habla en la calle castellano o catalán indistintamente. Según el Instituto de Estadística de Cataluña, nada sospechoso de ser un malvado ente feixiste, el 36.1% de los catalanes usan el catalán de manera habitual y el 63.9% restante se expresan en su día a día en castellano. Esa proporción de usos lingüísticos nada tiene que ver con los contenidos en TV3. En la televisión pública de Cataluña sólo se habla en catalán, aunque también los dos de cada tres castellanoparlantes financiemos de nuestro bolsillo los 240 millones de euros anuales que nos cuesta.

En este contexto, Drama, una nueva serie de TV3, ha osado utilizar el castellano en algunos de los diálogos de sus personajes. La reacción nacionalista no se ha hecho esperar: se han indignado por escuchar en su caja de resonancia separatista la lengua de Cervantes hasta tal punto que hasta la Consejera de (In)Cultura ha dado “unos toques de atención” a la dirección de la televisión. En una entrevista radiofónica la goebbeliana consejera aseguró a raíz del asunto que nos ocupa que “a veces veía demasiado castellano en TV3”. Lo decía tan compungida, afligida y preocupada como el niño de la película “El Sexto Sentido” cuando decía “en ocasiones veo muertos”.

Las hordas indepes también se han lanzado a la yugular del director de TV3 por permitir ese exorcismo lingüístico. No toleran que en la televisión que pagamos todos sea normal lo que es normal en la calle. Quieren que siga siendo el escaparate de una nación totalitaria ficticia que se pase por el arco del triunfo los derechos de millones de catalanes. Su desproporcionada y sectaria reacción justifica que existan colectivos como España y Catalans.

Los castellanoparlantes debemos poner pie en pared en esta Cataluña, tan nuestra como suya, para reivindicar no ser tratados como ciudadanos de segunda. El nacionalismo arrasa con la concordia en nuestras familias, genera problemas ficticios y desplaza socialmente a quienes no quieren renunciar a sus orígenes, ligados a otros pueblos de España. Hay que seguir luchando contra los totalitarios de pensamiento único, ario y monolingüe. Para ello es básico que los que así pensamos no permanezcamos callados ante su enfermizo proyecto empobrecedor, poco respetuoso y segregacionista.

Antonio Gallego Burgos – Economista