He regresado a mi niñez, he recuperado la risa, los brincos y hasta los guiños que solía dibujar en mi cara cuando algo me sorprendía o me molestaba. Esa etapa de la vida en la que inconscientemente respondes a todo lo que te llama la atención pues estás en proceso de aprendizaje o si me apuran de imitación.
Lo sorprendente de ese insospechado retorno, no ha sido por haber ingerido un alucinógeno o sustancia parecida, sino por haber entrado en mi domicilio un paquete-regalo con exquisita envoltura y el toque de un gran lazo de vistosos colores. Cuando con gran curiosidad lo abrí y vi su contenido, un cuento infantil protagonizado por reyes, príncipes y princesas, en ese mismo momento comprendí el mensaje que me llegaba, un pasatiempos para acabar de vivir el verano, una distracción para no centrar mi atención en todo el explosivo equipaje que arrastra Pablo Iglesias, ni en los merecidos epítetos sobre la controvertida actuación del Gobierno ante la presencia del coronavirus, ni en la total falta de acción para enfrentarse a la inminente crisis económica.
La frivolidad esgrimida por ciertos políticos es “ de juzgado de guardia “y por no querer reconocer la responsabilidad del cargo que ocupan, argumentan lo que sea con tal de eludir sus obligaciones y actuaciones posiblemente merecedoras, como mínimo, de una clara penalización electoral.
Vuela sobre nosotros la alargada figura, algo maltrecha, de aquel rey que nos ayudó a diseñar y gestionar un sistema político claro exponente en la Europa democrática y referencia en el mundo de las naciones. Un monarca que desde una simple pantalla televisiva supo llegar a todos los ciudadanos y transmitir esperanza en aquella aciaga noche, horas después de estallar en la sede de la soberanía nacional, el Congreso de los Diputados, el arma más explosiva contra la convivencia, un golpe de Estado. Un monarca que afianzó la continuidad en la figura de su hijo, el príncipe Felipe. Un monarca que atinó al decir ¿ por qué no te callas ? al presidente venezolano Hugo Chávez. Un monarca que facilitó muchos contratos millonarios a la industria española.
El calificativo de Emérito permite con tranquilidad dejar actuar a la Justicia y seguir construyendo nuestro futuro sin peligro para las Instituciones. En frente tenemos afincados los sectarios de turno, dudosos demócratas, sicarios diseñados para la destrucción del ordenamiento constitucional , zarandeando a la monarquía, eje vertebrador de la Nación para implantar un sistema totalitario donde impere el comunismo, el sentimiento identitario o el recuerdo de las pistolas. Todo ello planea al acecho del periodo de convivencia más largo,, tutelado por las libertades, que nos ha propiciado desarrollo económico y progreso social, mientras que la república, aclamada por los aficionados a los escraches, a los actos violentos, barricadas, incendios, nos ofreció dos etapas nada modélicas.
Cada día un nuevo ataque, despectivos latigazos acompasados, noticias informativas destinadas a socavar a la Casa Real y hasta se ha convocado un pleno en la Cámara autonómica catalana para utilizarlo de dardo continuo dirigido contra España, sea al Estado o a la Nación y a la dinastía Borbónica tachándoles de criminales, corruptos y otras lindezas. “ Fugitivo “ es el término utilizado por los que se consideran los más honrados, los más cercanos al pueblo, los samaritanos. No es compatible con la democracia que televisiones públicas se dediquen a atacar con los peores calificativos a la persona del ex rey Juan Carlos cuando aún no está imputado. Todo el que comete delitos económicos debe responder ante la Justicia, pero siempre con el aval de la ley. No se puede consentir que quienes están implicados en causas de alto alcance puedan impunemente acosar a otro en periodo de presunción de inocencia, que quienes se han valido del tiro en la nuca presionen desde un escaño con la intención de derribar la figura del monarca como Jefe de Estado y que quienes han confabulado para satisfacer sus elucubraciones bendecidas por el papa de turno, la familia Pujol, sean los que ponen al pie del patíbulo al rey, al que votamos en referéndum, el que nos hizo sentir los aires de la libertad, al que le vimos oír con respeto nuestro himno y ponerse firme ante nuestra bandera, el que cada víspera de la Navidad nos felicitaba con sus ojos muy abiertos, con su socarrona sonrisa, con el abeto iluminado y el nacimiento por testimonio…….¡ dejemos que la Justicia haga su labor !.
Quiero ahora sí, volver a mis años de niña, con la ilusión en mi corazón, con las ganas de jugar , de querer, se ser feliz y poder cerrar la contraportada de mi libro después de decir “ colorín, colorado este cuento se ha acabado”.
Ana María Torrijos