Ha llegado el verano en toda su plenitud y las playas vuelven a ser las protagonistas. Aunque, por lo vivido en los recientes fines de semana en Comarruga (El Vendrell), muy lejos del esplendor que nos tenía acostumbrados la vieja normalidad.

Este año, por las dudas que puede generar cruzar el estrecho para ir a ver la familia a Marruecos y los riesgos de cierre de accesos a la península ante posibles rebrotes, una inmensa mayoría de los originarios de dicho país que residen en la capital del Baix Penedés optan por quedarse, aparcando su viaje anual con destino Algeciras para más adelante.

Que no piense Torra que tiene algo que ver su campaña vergonzante “Cataluña es tu casa”, realmente enfocada a la atracción del turismo nacional que ya ahuyentó tras convivir años con los trapos estrellados en todas las farolas del paseo marítimo de las playas de El Vendrell.

Creo que, para el resto de españoles a los que ahora pretende seducir tras la sarta de piropos que ha ido lanzando en sus plegarias, la decisión del destino vacacional está clara, al menos para muchos de mis conocidos de Aragón que entienden la escapada playera yendo de Vinaroz hacia el Sur.

Y, si nos quedamos los catalanes, además de los mencionados “nous catalans”, es por la penosa gestión de la crisis sanitaria y los efectos de la crisis económica, con el miedo latente que supone ver tanto inútil decidiendo.

Para el colectivo musulmán, capaz de incumplir las normas impuestas durante el confinamiento celebrando rezos en la calle con la complicidad y pasotismo policial, las reglas cívicas en sus dominios están bajo su control. Lo que también explica que nos toque soportar los altavoces portátiles en la playa con música típica marroquí de fondo, algo que, con el civismo occidental y la proliferación de los cascos o auriculares ya había pasado a la historia.

Desde luego, este año no vale el famoso dicho… “sin moros en la costa”

Javier Megino – Vicepresidente de Espanya i Catalans