Ya ha empezado El Corte Inglés su campaña de la “vuelta al cole”. Puntual, como cada año, en toda España al mismo tiempo. Las mismas ofertas.

Sin embargo, el Presidente del Gobierno y todo su séquito, de vacaciones. El jueves 27 de agosto fue el día de las decisiones. Ya antes de irse de vacaciones, dejó hechos sus deberes: traspasar la gestión de la pandemia a las Comunidades Autónomas. Estas, asimismo, por lo que respecta a la educación invocaron a la flexible autonomía de centros y han cargado la responsabilidad de resolver la seguridad en las aulas a la gestión de los mismos. Que cada cual se las apañe, sean públicos, concertados o privados. De primaria, secundaria o universidad. Naturalmente estaremos ante un nuevo Titánic, pero esta vez protagonizado por los niños y sus profesores. Como actores secundarios, los padres de esos niños, sus hermanos y sus abuelos. Por supuesto, con el coprotagonismo de las mujeres, madres, trabajadoras y cuidadoras. De esas mujeres reales, de las que no se acuerda la Ministra de Igualdad, ni la de Trabajo, ambas de vacaciones. Ni de ellas ni de su renuncia masiva a la vida laboral.

Estamos frente a diecisiete respuestas distintas frente a la pandemia, cuando debería ser una cuestión de Estado, como está siendo en el resto de naciones europeas, que con tanta razón nos critican.

Lo único que nos queda es que las familias confíen en el buen hacer de los profesores, a los cuales no se ha tenido en cuenta absolutamente. Los únicos deberes que han hecho los miembros de Gobierno antes de irse de vacaciones han sido escurrir el bulto en los gobiernos autonómicos. Pero los exámenes de septiembre ya están aquí y no se pueden empezar a preparar el 27 de agosto, pues los suspensos se traducirán en pérdida de vidas humanas.

¿Cuánto va a durar la vuelta al cole? La única respuesta clara es la de El Corte Inglés. Resulta que no se pueden reunir grupos de más de diez amigos o familiares, pero sí formar grupos de alumnos de 25 o 30 que llevarán a sus respectivas familias el riesgo de contraer el virus. No se han hecho PCR, no ha habido coordinación estatal entre Sanidad y Educación.

La vuelta a casa, tras la vuelta al cole, es inminente. La conciliación familiar, imposible, pues la Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz del partido Podemos, ha estado de vacaciones y siguen sin estar reguladas las condiciones legales del teletrabajo y que al menos uno de los conyuges pueda optar por esta opción laboral para evitar los despidos, excedencias y demás. Esto afecta a muchos trabajadores, y ahora sí hay que hay que resaltar la “a” de las mujeres, y sobre todo trabajadoras. Pero de esta distinción real, no se acuerdan, sólo del género gramatical que, apócrifa e hipócritamente, doblan.

Tampoco ha habido una voluntad social ni política de dotar de ayudas para cuidadoras a las familias que han de asumir sus trabajos, la atención escolar de sus hijos y el cuidado de sus mayores. Se ha abandonado a las familias y a los niños y donde recae la presión es en la mujer. ¿Para esto no se moviliza el Ministerio de Igualdad? Ah, vale, están de vacaciones. Las mujeres reales no han salido de sus casas, unas por miedo, otras por carencias económicas.

Las familias no están siendo una prioridad. Se está produciendo una pérdida de salud mental en madres, padres y niños. Muchos menores han estado solos en sus casas, por imposibilidad de sus progenitores, a veces enfermos, de poder hacer frente a tantas responsabilidades.

La renuncia laboral tiene nombre de mujer. Las empresas deben incrementar su flexibilidad, facilitar la amplitud de horarios, rebajar objetivos y acondicionarlos a la situación de alarma que de nuevo nos acecha. Todo esto y la regulación del teletrabajo con imperativo legal, frenaría el retroceso en los derechos laborales, sobre todo de las mujeres.

Han intentado que esta vuelta al cole parezca un enfrentamiento entre escuela y familias para desviar la atención de la verdadera responsabilidad por su dejación de funciones y sus diecisiete protocolos diferentes.

La familia y la escuela no están enfrentadas, muy al contrario, ahora más que nunca debemos estas unidas. La incapacidad del Gobierno de poner orden en todo este caos ha demostrado que su compromiso con la conciliación laboral no es más que otro lema propagandístico.

España necesita cambios estables y no parches, un verdadero Pacto de Estado en Educación y Salud, una reordenación laboral, personal y social. Esto es imposible con el Gobierno de España en vacaciones permanentes. Hay demasiados escenarios ya en esta tragicomedia política.

Pese a todo, podéis estar seguros de que, al igual que pasó con nuestros compañeros de Sanidad, todo el peso recaerá en el buen hacer de profesorado y de las familias y no os quepa la menor duda de que todos juntos volveremos a resistir.

María José Ibáñez