El estado de shock en el que vive inmersa la economía española, por las derivaciones del Covid-19 y las nefastas políticas llevadas a cabo para hacer frente a las consecuencias de la pandemia, van a irse evidenciando en todos los sectores. Entre ellos, por su especial vínculo con el tema económico, hemos de estar muy atentos a lo que pase con los bancos.

No cabe duda de que las entidades financieras no pasan por su mejor momento, ante el frenazo que vivimos y el lastre que supone la intromisión del coronavirus en la dinámica económica y comercial, haciendo cuestionable el futuro y sostenibilidad de muchas empresas.

El día a día del sector bancario, con el tema de los depósitos en encefalograma plano y la concesión de hipotecas como algo residual, pretende apaciguar la cuenta de resultados entrando en mundos que, por definición, poco tienen que ver con lo que supone el préstamo de capitales.

En dicha tesitura, se convierte en un referente el agudizar el ingenio para persuadir al cliente con el ánimo de vender seguros o alarmas, productos que se han convertido en la razón de ser de los equipos comerciales. Algo que, en los casos más surrealistas, llega a ciertas incursiones en el mundo de los consumibles gourmet o, incluso, en la colocación de todo tipo de electrodomésticos.

Esa política de ampliación del espectro y la cartera de productos confunde al consumidor, que ya no sabe adónde ir para cambiarse la televisión del salón. Situación que deja por los suelos a unos empleados que, históricamente, relacionábamos con algo tan serio y singular como es el guardar nuestros ahorros u obtener fondos prestados, engalanados en licenciaturas de economía y másteres diversos de dicho perímetro.

En un momento crucial de reordenamiento de la economía, los bancos no podían quedar al margen y, este pasado fin de semana, la necesaria y reiterada tentativa de concentración de entidades ha dado un paso adelante importante al fundir en una la todopoderosa Caixa con la renacida Bankia. Apuesto, por la lógica semántica, que se podría engendrar una nueva entidad con el nombre de Caixabankia, lo que aparentemente dejaría a todos contentos.

Estamos de enhorabuena. Es muy favorable plantear un horizonte para el mercado español bancario en el que dos pesos pesados se unen y entran en el selecto club de los bancos con alcance y calibre suficiente, con potencial para participar en el competitivo mercado europeo.

Quizás haya sido favorable para esta decisión la expulsión de Cataluña, por parte del paranoico separatismo, de la que fuese la gran caja de ahorros catalana. Ahora, en esta realidad que aminora el peso de nuestra economía regional, fruto de la salida de miles de empresas por la pasada de frenada de los sectarios supremacistas, nos queda la duda de si la entidad resultante será también, como lo es Caixabank, una entidad con sede valenciana o se quedará ésta en la capital del reino.

Sea como fuere es para felicitarnos. La banca española gana referentes y da sostenibilidad a entidades que fusionadas lograrán grandes sinergias. Si Torra y sus fanáticos se tiran de los pelos al ver que aquello que dijo el mesías Artur, en referencia a que los bancos se pelearían por estar en Cataluña, es tan falso como su república de pacotilla, que se lo hubiesen pensado mejor al dar su fallido golpe de estado.

Menos mal que, como dice la ministra portavoz María Jesús Montero, la coincidencia del partido gobernante con sus socios y aliados, entre ellos toda la retahíla de separatismos de toda calaña, está en lo que todos quieren a España. Entendiendo, por tanto, que una medida como es dicha fusión la aplaudirán al ser lo mejor para la banca española y su futuro.

Que fácil se ve el horizonte cuando todos estamos contentos. O eso parece.

Javier Megino – Vicepresidente de Espanya i Catalans