Esta semana las “bestias taradas con bache en el ADN” estamos satisfechas por la inhabilitación del MHP Torra. Se expulsa de la vida pública al defensor de “la vía eslovena para Cataluña” por desobedecer tres veces a la Junta Electoral, que se encarga de que las elecciones se celebren de manera imparcial, democrática, limpia y sin abusos de poder. Como al ya expresidente, con pensión vitalicia de 92.000 euros al año, no le gustaba eso de que todo el mundo jugara con las mismas reglas, montó el lío. Bien está lo que bien acaba. Es positivo que haya un supremacista lazi menos en política.

Dicho esto, la política catalana y española siguen siendo un lodazal por cuestiones derivadas de la matraca separatista. El Gobierno Sánchez ha impedido al Rey pisar Cataluña, ha disparado sin cuartel contra Felipe VI, ha prometido una mesa de diálogo con los separatistas, iniciar la vergonzosa tramitación de indultos a políticos presos y rebajar la dureza de los delitos de sedición y rebelión para satisfacer al fugitivo Puigdemont, por cierto, también blanqueado en TVE.

Siento decir que no podemos esperar nada bueno de un Gobierno que trata mejor a los golpistas presos que al Rey de España. La pareja tóxica Sánchez-Iglesias quiere erosionar la concordia nacional en la que se apoya el “espíritu de la transición” para luego destripar la propia Constitución Española, clave de bóveda de nuestra democracia. Seguirán atacando a nuestro legítimo Rey y al poder judicial, las dos instituciones que verdaderamente les molestan en su objetivo de cambio de régimen por fascículos y por la puerta de atrás. Van a por todas sin remilgos. Ya se han quitado la careta.

Este gobierno nos está dejando a los pies de los caballos a todos los constitucionalistas que vivimos en Cataluña y que tan bien nos representa Cataluña Suma. Estamos vendidos, huérfanos y cada vez más arrinconados. Al rey no le perdonan su transcendental alocución televisiva del 3 de octubre de 2017 y a nosotros tampoco que nos movilizáramos masivamente cinco días después. Este impúdico gobierno está aprovechando una espeluznante pandemia humanitaria y económica para triturar nuestros derechos civiles y la unidad nacional, a cambio de perpetuar a Sánchez-Iglesias en La Moncloa. Así de triste, así de duro.

Habrá que poner pie en pared. No podemos permitir que el Gobierno de España se arrodille sin dignidad ante delincuentes condenados. Tenemos que resistir a los impulsos totalitarios del independentismo supremacista y a la falta de escrúpulos de los insidiosos que “gobiernan” España. La libertad y la democracia de nuestros hijos está en juego y tenemos que volver a demostrar que el pueblo español siempre está muy por encima de la mediocridad de sus gobernantes.

Antonio Gallego Burgos – Economista