Llegó sin la menor dignidad, puesto a dedo por un partido que había perdido las elecciones, con el vergonzoso lastre de sus manifestaciones racistas contra los españoles catalanes o no, que no pertenecen a su “raza aria”. Lejos de gobernar Cataluña, se limitó a seguir liderando la banda de inadaptados de la estelada contra la España de la que se le suponía ejercía como funcionario al frente de una de sus regiones constituida en Comunidad Autónoma en virtud de una Constitución en la que ni cree, ni quiere, ni respeta, ni él ni las multitudes que siguen el sonido de su flauta de titiritero separatista.

Llegó para ocupar el cargo del cobarde predecesor que se dio a la fuga tras la intentona golpista del 1 de octubre del 2017, eludiendo la cárcel por la que algunos de sus colaboradores han pasado desde entonces y hasta que se hagan efectivos los indultos y favores que un socialismo vendido al separatismo, como suele ser habitual, no dudarán en concederles a cambio del apoyo necesario para permanecer en la poltrona de poder, alcanzada por su venta de España a sus propios enemigos.

Llegó sin la menor dignidad política, ni humana, para ser expulsado ahora cual delincuente que se permite desacatar y desobedecer las obligaciones que se le suponen en el ejercicio de su cargo, un cargo que nunca debió de ostentar, en la medida en que ni tan siquiera cumplió con la fórmula legal requerida para poder ostentarlo.

Por desgracia, vivimos en una nación gobernada por quienes no tienen la menor intención de defenderla, frente al permanente desafío del separatismo prepotente y obstinado que no ceja en su empeño de demoler la unidad de España, envenenando desde hace más de una década la convivencia en Cataluña y premiando a sus líderes con pagas vitalicias para cuya consecución, lejos de gobernar, no han hecho otra cosa que desafiar la España que les guste o no siguen siendo, desacatando sus leyes, su Constitución, su democracia y todas aquellas reglas del juego que no les han convenido.

Llegó como un indigno racista y se va con su paga vitalicia y los honores de los adeptos que aún les hacen la ola, pero se va como un vulgar delincuente. Buen provecho y que disfrute del pago y la paga que se lleva de la España que usted desprecia.

Albert Hidalgo