Es maravilloso cuando un chiquitín balbucea sus primeras palabras, mamá…papá, un mundo se abre ante él y en ese mismo minuto los padres fijan las pautas de la comunicación. La vida empieza a ser expresada por la palabra que cada día el bebé incorpora a su bagaje y luego en la escuela lo amplia con otros niños, compañeros de juego.

Todos tenemos derecho a ese aprendizaje sin ninguna dificultad adicional. La lengua en la que nos trasmiten los conocimientos desde la infancia, es fundamental para alcanzar ese fin. La Constitución fija las pautas que deben seguirse y la Administración debe hacer que se cumplan.

El avance de los proyectos culturales y de los valores, ha obligado a los nacionalistas poner su mirada ensoñadora en la lengua, el único instrumento que les quedaba para crear modelos identitarios después de perder el estandarte de la raza y de la clase social. Son clanes perniciosos, excluyentes e inhumanos por privar a sus convecinos, a sus compatriotas del mismo trato de libertad que a ellos se les ofrece. Su empeño hubiera sido baldío si los distintos representantes del poder ejecutivo no les hubieran facilitado el proceso a seguir para finalmente conseguirlo. Una vulneración flagrante de los derechos individuales contaba menos que el no tener mayoría para gobernar y cuando los sectarios pusieron su maquinaria nacionalista en marcha sobre el pupitre de la escuela, cerraron los oídos a las quejas continuas de muchos profesionales de la enseñanza. La solución era fácil, reformar la ley electoral que daba ventaja a los partidos identitarios pero no se puso en marcha tal enmienda.

Luego vino la manipulación de la Historia, asignatura que de ser un relato de los avatares ocurridos en el pasado, se ha convertido en un relato fabricado en la fragua devoradora de la verdad con una sola finalidad, dejar los rescoldos plagados de engaños para esparcirlos convenientemente en los libros de texto.

Los primeros perjudicados fueron los niños y adolescentes. Con la inmersión lingüística obligatoria se les privó a muchos de ellos aprender en la lengua familiar, circunstancia que provocó el aumento del fracaso escolar y para más tragedia se impidió a todos sin exclusión , conocer el relato histórico español, el más importante habido después del de la Roma imperial, y en su lugar, se dedicaron a martillear a esas mentes juveniles con narraciones cargadas de falsedades y de encono contra la nación de la que forman parte y a la que sus antepasados han ayudado a forjar, España. Nombre más antiguo que el de Cataluña.

De ahí se pasó a eliminar el idioma común de los ámbitos públicos que dependían del poder autonómico, televisiones, radios, rótulos en el callejero, carteles, folletos informativos y también fueron diana los topónimos conocidos en la lengua oficial del Estado, debían expresarse exclusivamente en catalán, por el contrario los suyos estaban destinados a cruzar el límite de su comunidad y plasmarse fuera de ella en la “llengua pròpia“. Así en su laboratorio destilaron nombres de ciudades y los arrojaron a la papelera. Sorprende que en los informativos de las televisiones nacionales se diga Lleida y en tv3 se pronuncie Conca.

Un mundo irreal se presenta ante nuestros ojos: Una Cataluña registrada en la mente de ciudadanos encerrados en su burbuja, ha perdido la pluralidad enriquecedora que la había convertido en referente cultural y la han machacado, una tierra asfixiada por el ondear de la estelada pero si eso es una carga pesadísima para sobrellevar, más preocupante es romper el futuro de los ciudadanos que han modelado implacablemente desde hace décadas.

Profesores títeres son voceros del catecismo nacionalista, porque es un proyecto con tintes religiosos, tema de fe, no cabe reflexionar, todo es dogma. Esos profesores ya han salido de la incubadora escolar y ahora les toca a ellos como buenos abducidos conseguir más adeptos.

Una sociedad democrática, que cree en la libertad tiene que reaccionar y exigir a las fuerzas políticas ajustarse al camino marcado por la Carta Magna. Ningún interés ha de pasar por encima de la ley y sobre todo nada hay más sagrado que la presencia de unos escolares frente a un docente que tiene como única finalidad indicarles el camino de la verdad y del saber sin ataduras sectarias.

Ana María Torrijos