El próximo 14 de febrero, en el mes más frío del año, en Cataluña, se celebrarán las elecciones autonómicas bajo un panorama desolador: crisis sanitaria, crisis económica y crisis institucional.

Incertidumbre, desinformación e ignorancia.

El confinamiento, el cierre de establecimientos, la paralización de parte de la actividad económica, la precarización del sistema educativo. Todo para evitar la más que probable saturación del sistema sanitario; un espectáculo escandaloso que hundiría la moral ciudadana.

Con el turismo y la restauración cerrados; sus propietarios dejarán de pagar los alquileres de sus locales, sus empleados dejarán de pagar los alquileres de sus viviendas.

Sin ingresos, los propietarios de locales y viviendas desencadenarán el desplome de la economía.

Frente a todo ello: una clase política atrapada en sus propias limitaciones y obsesionada por pisarse la manguera en una dinámica autodestructivo. Cuando la realidad es que, mientras no llegue la vacuna, será el imperio del darwinismo el que se impondrá con su selección natural.

Y en Cataluña, todo, superpuesto a una crisis institucional que arrastramos desde hace más de 10 años, que ofrece un panorama que bien puede calificarse de «autonomía fallida», donde el catalanismo, desbocado, prepara, minuciosa y astutamente, el «fin de la historia» de España.

Ante este espectáculo, quienes deseamos mantener viva esa historia, sólo tenemos una salida que salve la dignidad de nuestro sistema político. Una tregua en el combate político para poner en marcha la sinergia necesaria para concentrarnos en la construcción del futuro de todos.

Para este combate es imprescindible definir los actores alineados en esta visión nacional e identificar los objetivos compartidos para configurar el programa común que permita presentar una oferta electoral unitaria.

Es preciso en Cataluña establecer una «TREGUA CATALANA» que permita alinear fuerzas políticas distintas en la lucha por la continuidad histórica española, en la defensa de la democracia española y su soberanía, única garantía de igualdad, libertad y solidaridad.

Julio Villacorta