Se habla mucho del adoctrinamiento separatista, pero me gustaría analizarlo desde mi punto de vista.
A mí siempre me gustó la filosofía continental, es básicamente mi cultura. Una cultura que adquirí de mayor porque nunca hice caso al profesorado.
Es cierto que en los colegios, aunque más explícitamente o de una forma más sutil, se respira un ambiente izquierdista (no obrero) y en Cataluña se le añade el catalanismo político.
Claro que hay unas personas más propensas a aceptar los postulados que se respiran en el sistema educativo.
Con los años leí a varios filósofos y me recuerda un poco los movimientos de adoctrinamiento de Fichte con una redención Hegeliana.
Y me centraré en la redención Hegeliana de la “Dialéctica del Amo y el Esclavo”, que beneficia a los estudiantes menos creativos y a la vez mas dúctiles para los profesores. Se vuelven tan propensos que se son cómplices de la expansión de su ideología. Así que en la educación española, y en especial la catalana, se premia la mediocridad, cuando se apartan a los niños que cuestionan todo por tener una base conflictiva.
Evidentemente esto está muy estudiado y no se inventa nada desde hace años, pero es lamentable y perjudicial para la sociedad tener este sistema educativo, que, claro, asegura votantes y de trabajadores de bajo nivel. Una sociedad amoldada a las élites políticas que a su vez llevan a sus hijos a las escuelas internacionales.
Pero no todos los catalanes caemos en ese sistema. Yo, personalmente, creía que teníamos profesores separatistas, justamente para enseñarnos a despreciarlos y a rebelarse contra ellos. Pero no todos los alumnos eran como yo. Yo me acuerdo que había casos de alumnos que cogían a esos burócratas del sistema educativo como referente.
Claro que tiene un análisis de una raíz muy psicológica de cada persona, donde salen los impulsos instintivos de conducta más básica de los alumnos y de los profesores.
Cómo decía Unamuno: “Que inventen otros”. Esto ha convertido España en un país lleno de burócratas socialistas, podemitas y separatistas que obstaculizan el progreso de las personas productivas. No sólo es condenar a la sociedad al yugo de la mediocridad sino que se castiga el progreso real y la prosperidad.
Víctor Milà