Cuentan que tras la derrota electoral del presidente Bush, padre ante Clinton tras la Guerra del Golfo,sus más allegados asesores se preguntaban cómo habían podido perder contra todo pronóstico tras haber conseguido una victoria absoluta. Fue entonces cuando se popularizó la expresión “es la economía idiota”.

Esta ha pasado al uso común,en los casos en que un elemento inesperado, altera un escenario ya previsto de antemano.

Y es que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y en ocasiones una variante inesperada se introduce hasta en los planes “más elaborados y maquiavélicos”.

Escenarios distintos la Guerra del Golfo y la aparición del COVID19, pero iguales lamentaciones. Los primeros por perder la exitosa inercia proporcionada por el presidente Reagan en los 80. Los segundos por ver como en marzo de 2020, cada mantra separatista que meses antes habían pregonado a plena voz, se les volvía en contra.

El COVID19 por desgracia para los “arquitectos del procés” no entendió de fronteras y en apenas unas horas se tuvieron que tragar los mantras repetidos años antes hasta la saciedad contra el ejército y contra España.

Aquel Puigdemont desafiante que campeaba por Europa desafiando a España desde Waterloo, acabó paradójicamente como el célebre corso, en el olvido y confinado, sólo que en esta ocasión no fue necesaria la isla de Santa Helena si no un microorganismo que lo borró literalmente de la agenda política.

Peor sería la suerte que correría su supuesto “títere”, el cual, antes de marzo, se las prometía muy felices creyendo que se limitaría a seguir las órdenes del fugado, pero que que tras la eclosión de la mayor pandemia del siglo XXI, más parecía envidiar a los inhabilitados que detentar él el poder.

Porque claro, las esteladas pueden ser grandes, incluso inmensas, pero no lo suficiente como para tapar la incompetencia de alguien que había sido puesto única y exclusivamente para culpar de todo lo que sucediera a Madrid.

Por si no fuera suficiente, los fantasmas de los recortes en sanidad en favor del procés resurgieron con más fuerza que nunca.

Al principio se intentó culpar a los madrileños, como siempre. Craso error. Igualada iba a ser uno de los principales focos virológicos y lo peor para los separatistas es que no era posible culpar a Madrid.

El que ahora les escribe imagina cómo debieron ser esos momentos en que en el Palau de la Generalitat convergían en una síntesis perfecta y con una lógica endiablada todas las contradicciones y miserias del procés y cómo en algún momento por las mentes de aquellos “flamantes consellers” de repúblicas de apenas segundos resonaría , mientras escuchaban la palabrería de Quim Torra, la célebre frase de “Era la salud, Idiota” con más significado que nunca.

Guillermo Fernández González