Pocas veces hemos deseado tanto que un año acabe, con la esperanza de que el siguiente mejore las condiciones vividas durante el que toca a su fin. De tener en mente algún otro referente anual es bastante probable que quede en segundo plano, si se compara con lo vivido estos últimos doce meses. El 2020 se ha convertido en el gran ejemplo de descarte, con el ansia de cerrar dicho capítulo en el libro de nuestras vidas.

Es difícil comparar lo previsible, en un escenario de “vieja normalidad”, con lo que realmente ha sido. Me viene a la mente la lejanía de aquel interés altruista al apuntarnos con ilusión para apoyar el gran proyecto de España en 2020, participar como voluntario en la organización de las Olimpiadas 2020 que, en un tercer round, tenía Madrid como candidata.

Tras las numerosas frustraciones derivadas de las intrusiones políticas, en una versión deportiva de lo que en la música sirve como ejemplo el Festival de Eurovisión, nuestra capital cedió en el empeño de lograr lo que la segunda capital española logró en 1992 con el apoyo y complicidad de todos los españoles y sus instituciones, repetir el orgullo de ser parte de la historia, organizando de nuevo unos Juegos Olímpicos. Se sabía, tras los recurrentes varapalos recibidos, que tras la opción del 2020 se tiraría la toalla, quedando siempre para el recuerdo aquella gran muestra de cariño hacia España del príncipe monegasco en la toma de decisión de la adjudicataria de los JJOO 2012, sin duda la verdadera apuesta ganadora de nuestra capital.

Poco se podía prever entonces, durante la elección de sede olímpica, que el año que vamos a cerrar sería lo que ha sido. Un año horrible que empezó quitando importancia y no tomando en serio aquello del murciélago, el primer infectado y la similitud con la gripe, como decían los profetas que nos gobiernan.

Con el peor Gobierno de la nación posible, en el peor escenario sanitario y de gestión al que nos hemos enfrentado, podemos decir que, por fin, pasaremos página al 2020. Desgraciadamente, pese a su catastrófico balance, los inútiles e incompetentes sentados en el Consejo de Ministros siguen en él, demostrando el modus operandi para que una nación de referencia mundial e historia mayúscula como es la española se vaya al garete. En lo económico poco queda por decir, en lo cultural solo quedaba la sentencia de una ley que claudica definitivamente en favor de los que mandan –separatistas y comunistas de apariencia-, en el orgullo patrio mejor no opinar con unos indultos en trámite que acaben dando la puntilla y demostrando el evidente sometimiento y, en lo sanitario, un desbarajuste caótico sin directrices nacionales, pasando la patata caliente a las autonomías y preocupándose solo por jugar con las cifras, como ya nos tiene acostumbrados este Gobierno con el uso de los datos cocinados por el camarada Tezanos.

Esperemos que llegue pronto el relevo en unas instituciones que, en los niveles políticos nos han defraudado y humillado. Es difícil ver la luz y salir del túnel con un Parlamento secuestrado por el chavismo podemita y sus socios separatistas. Todavía es más angustiante si le sumamos la situación regional, con un Parlament en el que perdura la pestilencia propia de una mayoría artificial que aplasta y condiciona al insurrecto. No nos queda otra que poner toda la ilusión en el próximo día de los enamorados, esperando que empiece un cambio necesario que mejore las expectativas catalanas sin el separatismo como eje único de la política de proximidad.

Sólo se salva Felipe VI que, con el escaso margen que dispone, ha pretendido ser claro en su mensaje navideño. Una toma de contacto con la sociedad que debería prodigarse a lo largo del año y servir de refugio frente el descontento político existente. Aunque, en una situación de emergencia nacional como la que estamos, con tanta profusión de ineptos tirando del carro, como Jefe de Estado y símbolo de la unidad constitucional del país, igual no ha sido lo suficientemente contundente sabiendo que tiene a una gran mayoría de españoles respaldando lo que se decida y diga desde Zarzuela.

Os deseo una Feliz Nochevieja y Año Nuevo.

Javier Megino – Vicepresidente de Espanya i Catalans