Se les llena la boca cuando hablan de Memoria Histórica. Se erigen con toda desfachatez en sumos sacerdotes del Ministerio de la Verdad, que lejos de servir para desvelarla, la encubre. Memoria de odio, apología de la intolerancia y actos públicos prepotentes.
La alcaldesa de la localidad cordobesa de Aguilar de la Frontera, de Izquierda Unida, ha cortado y tirado a un vertedero de basura la Cruz del Llanito de las Descalzas, que presidía el convento de Carmelitas, situado en ese mismo lugar. Anteriormente había arrancado la placa de los Caídos en la contienda civil por no ser de su bando y, en su lógica de odio guerracivilista, ha arrancado la Cruz, que es el símbolo del Amor y el ejemplo para todos, hasta para ella y para los que desde ya en 1931, hace ya ochenta años, asesinaron en España a 10.000 religiosos y religiosas, cuyo único delito fue amar un poco más que los demás.
También, con su compulsión memorística, debería recordar las 20.000 iglesias destruidas por la brutalidad y la incultura en ese mismo periodo, desde 1931, durante toda la República y la Guerra Civil, 1939. En esta lista incluyo nuestra internacional Sagrada Familia, que según las guías turísticas debidamente blanqueadas “sufrió un incendio en 1936”, vaya ¡qué casualidad!. Como tantas iglesias y catedrales en España.
Recordar el odio y la intolerancia, celebrarlo con actos tan repugnantes como hurgar en las tumbas y ejercer un prepotente abuso de poder arrancando Cruces, es lo más indigno que nuestra España de siglo XXI puede presenciar.
Señora, ya no somos el conejillo de indias europeo con el que experimentó el comunismo soviético en los años 30, sistema condenado ya junto con el resto de totalitarismos, por favor, usted y los Guardianes de la Verdad, tienen un serio problema de memoria, de fanatismo y de corazón.
María José Ibáñez