Para los políticos existe una prioridad mucho mayor que explicar la realidad de los hechos.

Y es que en ciencias políticas se ha llegado a plantear “la teoría de la memoria a corto plazo del votante” ésta, en resumidas cuentas, nos expone que el votante es mucho más susceptible al relato que es más voluble y divulgativo que la realidad de los hechos.

De esta teoría, lamentablemente, han parecido tomar buena nota los “estrategas de la Moncloa” como Iván Redondo que, aprovechando la prolongación de la pandemia, se han dedicado a hacer y rehacer el relato a su antojo de cómo comenzó todo esto en España.

Por desgracia el reduccionismo al 8M y la falta de iniciativa de la oposición por formar un relato veraz, ya sea por incompetencia o por supuestas “razones de estado” ha abonado el campo para que Podemos especialista en propaganda y agitación haya impuesto paulatinamente a un pueblo confinado la “reversión de culpas”, convirtiendo poco a nada menos que a Isabel Ayuso en el diablo y hasta sugiriendo que la culpabilidad fue de los ejecutivos que los antecedieron.

No obstante, y en honor a la verdad, es hora ya que se cuente toda la verdad, esta es una y objetiva pero ligeramente distinta a la manifestación del 8M.

Y es que incluso admitiendo que el “8M” no tuvo la culpa, cuando la verdad no entra por la puerta acaba entrando por las ventanas.

Bien remontémonos al 2 de Marzo de 2020, alguien nadie sospechoso de derechista como el primer ministro Giuseppe Conte de Italia divide la Lombardía y el país. El gobierno de Pedro Sánchez no corta ni comunicaciones ni pone en cuarentena a los pasajeros que vienen de la zona.

Desde el 2 de Marzo con 2000 muertos y creciendo en el país vecino hasta el 8 de Marzo, el gobierno de Pedro Sánchez no hizo el menor ademán de prevenir nada, hasta bien entradas las 20:00 en que se hacen unas tímidas declaraciones.

Siete días en que por tierra mar y aire, el COVID19 deambuló sin restricción alguna a través de nuestras fronteras.

No contentos con esta negligencia y sin impedir la circulación a un país, a las pocas horas de nuestras fronteras, la gestión ruinosa de los señores Simón e Illa se vio acrecentada por la lentitud, ya que hasta el 14 no se decreta el estado de alarma ni el confinamiento.

Sume el lector los días valiosísimos que se echaron a perder y que, a efectos de un virus que es altamente contagioso, son imprescindibles para su contención.

En definitiva estos fueron esos días que Pedro Sánchez nos hizo vivir peligrosa y negligentemente.

Las no tardarían en aparecer cuando días después comenzaron a aflorar las mayores tasas de mortalidad por habitante de toda Europa.

Guillermo Fernández González
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