El día 14 se abrieron las urnas para emitir la papeleta que mejor cumpliera nuestros anhelos. El escrutinio ofreció un balance nada alentador, pero no por el reparto de votos ni por el triste panorama que se cierne sobre la senda a seguir por Cataluña en los siguientes cuatro años, sino por la elevada abstención. Una abstención que se acerca a la mitad del electorado, un golpe al corazón de la democracia. Una abstención fiel reflejo de la falta de interés por asumir el deber de emitir el voto, de decantarse por unas siglas, por un candidato, por un proyecto, un vacío intelectual. Una abstención yerma, sin recursos para hacer frente al gran reto que nos plantea el separatismo, un sin rumbo. Ahí está el desaliento surgido de las urnas, un grito al aire “¡no hay solución!“.
En estos años de democracia se han producido muchos cambios en la sociedad, partíamos de haber superado los enfrentamientos vividos en etapas anteriores. Los comunistas y los franquistas prepararon o mejor dicho asumieron un proyecto inmerso en la democracia, un tránsito político pacífico, admirado por distintos medios de comunicación extranjeros.
Y con estas alforjas el futuro prometía, cabía la posibilidad de asentar la convivencia, de conseguir unos planes económicos con proyección internacional, de ampliar la red educativa y profundizar en los contenidos, de cobijar a todos los ciudadanos bajo el imperio de la ley y con generosidad redactar un plan que desarrollase un modelo amplio de justicia social.
Los intereses ideológicos y peor aún, los planteamientos programáticos violentos, regados de sangre trucaban toda posibilidad de funcionar con plenitud en un marcó jurídico en el que la libertad y los derechos civiles primasen. Se ha ido segando la independencia de los tres poderes, que constituyen el equilibrio político, el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Se han violentado con frecuencia las sentencias de los tribunales. Los gobiernos, el nacional y los autonómicos, controlan casi toda la red informativa, un país metido en un bunker, las consignas siempre son sectarias, unidireccionales, el interés general es desatendido por completo.
¿En qué consiste la democracia?, ¿Derechos u obligaciones?. Preguntas sin respuestas claras por no haber calado en la mente de los ciudadanos el que ellos son los únicos promotores de su futuro. Parece que la sociedad está dividida en parcelas incapaces de entenderse en unos mínimos principios que vertebren el sistema parlamentario liberal. El raciocinio no impera, sólo motivan los sentidos, las sensaciones, el creer que tu situación social te imprime de una forma incuestionable la afiliación ideológica, espacios cerrados, obrero-izquierda, empresario-derecha y se va más allá, creyente, católico-facha, agnóstico, ateo-progresista. Sólo son dos ejemplos a mencionar, podríamos indicar muchos más, las etiquetas son múltiples y variopintas, pero lo más irrisorio es saber quién reparte tales etiquetas, potestad inadecuada en la mayor parte de las ocasiones.
Por encima de un 45% de abstención, insólito en una sociedad que lleva sobre sus espaldas más de cuarenta años de democracia. Cabe pocas alternativas a la hora de valorar la causa de tal desatino ante unas votaciones de una comunidad en la que existen corrientes separatistas, nacionalistas que no representan ni la mitad de la población y eso que están apoyadas por una ley electoral injusta, que prima el voto en unos municipios en perjuicio de otros. Una abstención Incomprensible cuando desde hace muchos años los ciudadanos no afines a esas corrientes están desprovistos de los derechos básicos y además marginados. Agredidos en las escuelas, en los organismos oficiales, el más representativo la Cámara Autonómica, en los medios de comunicación…y hasta tienen que sufrir la violencia en las calles, interrupción del tránsito, barricadas, incendios. Estos, los parias, son los no demócratas, ellos, los involucionistas, reúnen todas las cualidades de buenos ciudadanos, ellos son los agredidos, los que «Espanya ens roba», cuando son los que dilapidan el erario público para acabar en sus bolsillos o en campañas anti constitucionales.
MASOQUISMO es el término que puede aplicarse a esa desidia ante unos comicios importantísimos o más bien DESPRECIO. A los desposeídos del derecho de ciudadanía por los sectarios, se les podría incluir con facilidad en ese juicio sobre lo acontecido el día electoral, pero sería injusto si no se tuviera en cuenta todo lo que ha ido sucediendo minuto a minuto, desde el momento en el que «el padre del separatismo», Jordi Pujol ocupó el gobierno de la Generalidad. Las humillaciones han sido constantes, la marea avanzaba y asolaba, ha superado todos los límites, centros comerciales, autobuses, ferrocarriles, organizaciones profesionales, asociaciones de vecinos, televisiones públicas, clubes de fútbol, iglesias, centros educativos y un sinfín. Pero lo que destruye el animo de una sociedad es sentirse sola, desamparada, abandonada hasta por el Estado de Derecho y por el Gobierno de la Nación.
Una democracia sin aliento.
Ana María Torrijos