Mañana saldrán de nuevo gritando a las calles montones de mujeres, que haciendo uso de la retórica que las caracteriza, cargarán las tintas victimistas que tantos beneficios reportan a las directoras generales de de todos los chiringuitos creados y gritarán sus consignas aprendidas en las etiquetas de Twitter, como contenido principal de sus reivindicaciones.
En un ambiente festivo y en compañía de algunos hombres buenos, que son los que comulgan con su ideología, recorrerán las calles reivindicando un feminismo de cuarta ola, que disfruta ya de las consecuciones de sus antecesoras gracias a las grandes batallas por la igualdad. Un feminismo que introduce un elemento de nueva generación que ha hecho subir sus ventas: la posibilidad de que la igualdad sea un hecho, ha suscitado por parte de los hombres una respuesta destinada arrebatarles los derechos adquiridos. Son los llamados “techos de cristal”, con esta metáfora paranoide advierten de que su amenaza se extiende por los ámbitos de la vida occidental, es decir, se encuentra en los medios de comunicación y en el cine, en la televisión, la moda, en la universidad, en la política, en la economía y la psicología popular. Percibido desde un paradigma dicotómico en el que todo lo bueno es femenino y todo lo malo masculino.
Con el estilo que las caracteriza, el de la distorsión y la exageración, así como el catastrofismo, han afianzado el éxito de sus argumentos en esa retórica, en que las afirmaciones extremas se convierten en norma. Y ¡ay de quien se las salte!
Otra de las características de este feminismo es una especie de odio a los hombres. Este rasgo ya había estado presente anteriormente, pero nunca había sido tan dominante ni tan generalizado. A todo esto hay que añadir la irrupción en las redes sociales de las autodenominadas “feministas”. Los argumentos serios y contrastados se sustituyen por etiquetas tipo “Los hombres son basura” que se extienden como la pólvora y van erosionando la capacidad de pensar y el criterio de toda una generación.
Pero nadie dice nada del ambiente de venganza y rencor que impregnan esas afirmaciones. ¿Dónde están los derechos humanos? Nadie habla del desconcierto de tantas personas, hombres y mujeres, que sí hemos luchado por una vida más justa para todos, para establecer en el seno de nuestras relaciones personales el amor y el respeto que caracteriza las consecuciones más nobles del espíritu humano. Nadie hablará mañana de todas aquellas mujeres que de verdad dedicaron su vida a la defensa de las causas de las que ahora disfrutamos y que jamás basaron su lucha en una etiqueta de Twitter.
María José Ibáñez