Pablo Iglesias decía que “Madrid es una serie de Netflix” dando entender que para el es una aventura personal en lugar de pensar en la ciudadanía madrileña. Hay que pensar que ha tenido cartera de vicepresidente de España en la peor gestión de la crisis del COVID-19.

Pero Iglesias no es el peor, enemigo declarado de los españoles, es consecuente con lo que expresa y sus actos antes de llegar al poder.

Pedro Sánchez posaba con la bandera de España en 2015 y mientras decía, por activa y pasiva, que no gobernaría con PODEMOS, los separatistas y los ETArras. Pero nadie medianamente sensato se lo creyó.

Eso demuestra la degradación de la democracia que ha llegado en estos 40 años que la llevamos practicando. Los mal llamados, los mejores años de la historia de España. Como si fuera la época de Felipe II y Carlos III.

Pero retomando a Iglesias, en una cosa tiene razón, nuestro sistema político es un espectáculo de mal gusto comparándolo con una “serie de Netflix” donde muchos de sus políticos defienden su cargo como si fuera un culebrón venezolano, y venezolano nunca mejor dicho.

Iván Redondo, confesó en 2018 que debían mover las emociones del electorado para movilizar el voto del PSOE, hoy la ciudadanía sufre la consecuencia de su gestión teniendo una deuda del 130% del PIB y que según varios diarios no podremos pagar en un siglo.

Se ha convinado el sistema caciquil con el populismo y claro eso lo pagamos todos. Ya Arístoteles renegaba de la democracia ateniense y eso que ni siquiera era de sufragio universal, sino que sólo podían votar los hombres libres.

¿Vivimos en una sociedad que pueda amparar valores democráticos? Por mí, como dijo Josep Plà en en plena transición, era imposible que España fuera una democracia viable porque “Nadie obedece” y explicó como el pujolismo era el maestro del clientelismo y populismo actual que sufrimos en nuestro sistema.

Evidentemente mi desprecio va por los partidos de izquierda, aunque los partidos de derecha han aprendido mucho de ellos. Y los partidos de izquierda aprendieron de Pujol. Hoy Galicia es el cortijo de Feijóo, Andalucia lo fue hasta 2018 del PSOE y en Cataluña, bueno en Cataluña somos los maestros del caciquismo desde las épocas de la “Busca i la Biga” que ya en tiempos de Fernando el Católico, la aristocracia (La Biga) se reveló contra el monarca que pretendía con la unión de Isabel la unidad de la península. Pero claro, gran parte de la aristocracia aragonesa perdía sus privilegios.

Posteriormente la Guerra dels Segadors, la de sucesión y las carlistas…

…Unos caciques que van de oprimidos y sólo luchan por sus privilegios.

Tras la crisis del coronavirus, la ciudadanía tendrá que pensar que con la deuda que tenemos en nuestro país y si no queremos perder el Estado de Derecho debemos pensa en cortar el sistema clientelar y caciquil en España. Y que su raíz está en Cataluña desde toda la vida. Y por dar un ejemplo dejo a los lectores esta reflexión… ¿Cómo Jordi Pujol se salvo en 1984 de estafar en el Caso Banca Catalana? Y lo mejor ¿ cómo gente estafada por Pujol le votaba?

He de reconocer que tenemos unos genios titiriteros del mal en nuestras instituciones.

Víctor Milà