El sufragio universal aseguraba el funcionamiento del sistema político democrático, era la expresión de la ciudadanía referente a quién quería que la gobernase y con qué criterios. Pero si no se tenía en cuenta que funcionaría en cuanto se respetasen los principios avaladores del procedimiento, todo el edificio constitucional podría derrumbarse. Una reflexión que no se asentó con firmeza, que no se alertó de ella a quienes componían el cuerpo social, a quienes estaban obligados a velar por el proyecto político que ofrecía la libertad.
El derrumbe no se ha producido de repente, ha seguido unas pautas en ocasiones sigilosas, lentas pero a la larga asoladoras. Regresar al momento en el que se inició esa pautada demolición puede ayudar a reaccionar a todos los que por ignorancia, por ajustarse a las proclamas de los pactistas o por sacar beneficios de la carcoma inoculada en los travesaños del edificio, no lo impidieron , todo lo contrario, más bien lo fomentaron.
El relato promete aunque hay una clave que lo resume todo, lo facilita, hasta lo presenta con mayor crudeza y ahorra tiempo y pesadumbre. Uno de los elementos que no ha funcionado y ha abonado el deterioro es la falta de libertad de prensa, la libertad de los medios de comunicación. Desde el poder se ha estado subvencionando a manos llenas a periódicos y cadenas televisivas, además de someter a los entes públicos a su criterio. La opinión ha sido reconducida y se ha modelado a gusto de unas ideologías, y se ha dado por establecido lo que es bueno y lo que no, lo que merece ser considerado democrático y lo que no alcanza ese calificativo, lo que es ser solidario y las posiciones opuestas, lo que es ser libre y lo que enmudece la iniciativa personal. Se ha llegado al extremo de que unos grupos de presión, radicales , ahora ya presentes en las instituciones han decidido que una parte de la sociedad no es digna de ser respetada ni en su existencia, mientras la otra, a la que se consideran representar, es la ”gloria”.
El vivir en democracia incluye el respeto a las distintas opciones, dentro de la legalidad, y eso obliga a contrastar no a violentar ni a desterrar al contrario con el insulto de moda más aberrante posible «fascista». La pluralidad es la nota que caracteriza a los sistemas parlamentarios liberales, el modelo de gobierno que mejor permite la convivencia entre diversas maneras de ver las medidas a tomar en cada momento. Modelo que estamos destruyendo y que nos puede llevar a la anarquía y si conviene a los anti sistema, a un régimen totalitario.
Las noticias en estos momentos convulsos se suceden con rapidez, pero no todas ocupan un espacio en los titulares informativos, algunas se ignoran y cuando no es así, ocupan un lugar marginal o se adulteran. Unos métodos que impiden a la sociedad acercarse a la realidad con toda la objetividad posible. Es denunciable que con el dinero de todos los contribuyentes el gobierno de la Nación y el de algunas Comunidades Autónomas hagan una burda campaña sectaria a través de gran parte del cuarto poder, la información. Periodistas que no alcanzan el calificativo de tales, envilecen la profesión cuando todos sabemos que el sector de la comunicación es imprescindible para velar por el acceso a los acontecimientos, a la opinión. La sociedad tiene derecho a la noticia transmitida de la manera más veraz posible y ellos están obligados por ética a darsela.
Durante la difícil situación sanitaria se han violentado los principios básicos en todos los ordenes, estado de alarma cuando existen otras medidas eficaces, consecuencia de ello es enmudecer al Congreso de los Diputados y redactar proyectos de ley sin debate parlamentario, mínimas ruedas de prensa y algunas mediatizadas con el control de las preguntas, preguntas una y otra vez sin respuestas, falsedades en las intervenciones del Presidente, Ministros y otros representantes del poder político, atemorizar en la calle con barricadas, agresiones, improperios…….y desde los centros informativos receptores de la “paga“ intentar acomodar los comentarios a lo que dictan los dispensadores del maná monetario.
Urge que los profesionales de la comunicación, los que saben cuál es su responsabilidad, los que valoran la noticia en su contexto real, sigan respondiendo a la ética que va aparejada a su labor informativa, no sucumban a las presiones y continúen ofreciendo a los lectores u oyentes uno de los instrumentos imprescindibles para que la sociedad en su conjunto pueda ejercer con altura la soberanía al facilitarles los contenidos para elaborar en su intimidad su personal opinión.
La Democracia está obligada a sortear los continuos obstáculos que le colocan sus enemigos, los enemigos de la libertad, de la acción individual de cada uno de los ciudadanos, de las leyes resultado del debate parlamentario, de garantías como la conciencia, la responsabilidad y en ello, en primera línea tienen que estar los informativos, la Voz que aporta al debate público los datos necesarios para la respuesta .
Ana María Torrijos