Cuando se hablan de modelos políticos, la verdad hay que pensar en los hechos y actuaciones que el pueblo puede medir realmente para decidir su voto.

Con la llegada de las autonomías, comparar gobiernos es inevitable y más por las diferentes voluntades de sus militantes. Algo bastante similar a las “familias” durante en el Franquismo.

Se acercan las elecciones del 4 de mayo. En la Comunidad de Madrid, se ha avalado la gestión social y económica de Isabel Díaz Ayuso, por el otros partidos y en el suyo mismo. Feijóo representa las antípodas ideológicas. Muy próximo al nacionalismo gallego y a la gestión caciquil de propia de la socialdemocracia.

La última de Feijóo fue abstenerse en una proposición del Bloque Nacionalista Galego donde pedía expulsar al cuerpo de la Guardia Civil en la región. Y hay que recordar que Feijóo se le relacionó con el narcotraficante Marcial Dorado. Eso hace comprender el desprecio del presidente gallego con el noble cuerpo de seguridad.

Yo siempre he dicho que los partidos políticos, desde la llegada de la democracia, en España son una empresa de marketing y de colocación de cargos y empleos públicos. Y se convierten en imanes de todo tipo, repito, todo tipo de gente… Buena y mala.

En los años 20 y 30 los partidos socialdemocratas de toda Europa se convirtieron en refugio de comunistas de rama trotskista que querían influir con la toma de decisiones. Hoy, un siglo más tarde ya no sólo pasa en los partidos socialdemocratas, sino, en la derecha también y Feijóo es un claro ejemplo de nacionalista gallego y creo que de liberal-conservador tiene poco.

Pero Galicia es una de las regiones de España que se presta a clientelismo político, también llamado caciquismo, muy similar que lo que pasaba en Andalucia con el PSOE o en Cataluña con los partidos separatistas. Y el Partido Popular en dicha región tiene sus redes.

Es muy diferente a la mentalidad madrileña que abandera Ayuso. Donde la economía está basada en industria y servicios, por eso para poder prosperar deben adaptar las políticas. Mientras la rural Galicia prospera lentamente por su baja inversión.

Lo curioso es que el mismo partido, tenga líderes tan dispersos, casi antagónicos. Creo que para entrar en un partido político se debería escoger a personas que respeten y realicen el programa ideológico.

Pero en la España actual sólo importa la paguita, el carguito o lo que diga la televisión. Y que cada partido tenga el máximo de votantes y afiliados aunque sean nihilistas. Pero el nihilismo dura una temporada. Y el mejor ejemplo fue Ciudadanos, que no tenía ideología definida, pero sí un gran marketing. A la hora de la verdad, cayó como una piedra: por simple gravedad.

Víctor Milà