Desde que se empezó a estudiar las psicología de masas tras la Revolución Francesa en el Siglo XVIII, filósofos, psicólogos y sociólogos han clasificado a la gente por sus motivaciones y expresiones sociales, económicas y políticas, las cuales han desencadenado cambios sociales.
Evidentemente, en pleno siglo XXI, con las democracias asentadas, la libertad de expresión de individuos y grupos sociales han abierto el estudio a grandes maestros de todas las ideologías y, claro, a cómo aprovechar dichos conocimientos en su favor.
Las democracias tienen sus cosas negativas también y una es el sectarismo político y económico. Dicho de otra forma, que hay grupos sociales que prefieren que sus políticos perjudiquen antes que abstenerse o votar otra solución política.
Por esta razón podemos decir que hay grupos sociales que votarán a los separatistas aunque abiertamente quieran arruinar Cataluña, por no hablar de los más de seis millones de suelo de votantes del PSOE que, por mucho que queramos, nunca bajará de ahí.
Muchos estudios psicológicos hablan de los impulsos del inconsciente tanto personal como colectivo: Gustave Le Bon, Carl Gustav Jung, Aushra Augustinavichiutė e incluso el psiquiatra español Antonio Vallejo-Nájera, estudiaron las psiques sociales. Pero podemos ver en esto, ya antes de la psicología, en cómo la filosofía de Hegel en la “Dialéctica del Amo y el Esclavo” o al mantenido Karl Marx, que fue alumno del anterior, y que matizó el concepto de la redención y sintetizó el odio social para intentar utilizar a las clases más pobres para “digamos” los intereses propios.
Evidentemente tener una cierta personalidad u otra no nos hace tener una ideología política. Pero sí que nos hace tener una predisposición social y económica para que nos influya en nuestros intereses colectivos.
De ahí podemos ver que gente con una cierta inestabilidad y envidia crean ciertos grupos de personas a los que les motive más el odio y apoderarse de lo ajeno, que la sana construcción personal que deriva en una construcción social.
Ayer vi en el programa “La Inmensa Minoría” del ToroTV, presentado por Fernando Paz, una clasificación muy acertada de las votantes del PSOE, que alegaba a uno de los sectores sociales que los votaba. Las llamaba “Las Charos” mujeres de edad avanzada, frustradas personalmente y sexualmente que culpan a los hombres sin el mínimo ánimo de autocrítica. Aunque gracioso, es un tema a tener en cuenta.
Hay un indicador que me gusta bastante y que considero bastante preciso. Es “La Pirámide de Maslow” , creada en 1943, donde Abraham Maslow expone la realización personal, y muestra que las personas se autorrealizan y cambian sus motivaciones según se cumplen sus necesidades personales.
Evidentemente, la Pirámide de Maslow no es un test, hay que verlo detenidamente y analizarse con un profesional.
Por supuesto, los votantes socialistas y separatistas son más limitados, por eso culpan a los demás de sus defectos. Y claro, están repletos de enchufados políticos, cargos públicos y subvencionados, que no se podrían valer o estar en las escalas más competitivas en las empresas privadas y que a su vez detestan a los que prosperan y los intentan exprimir.
Víctor Milà