El presidente del Gobierno, el señor Pedro Sánchez, acaba de lanzarse al vacío y con esta decisión ha colocado al Estado Español en una tesitura muy difícil y peligrosa. Ese obsesivo afán de asumir la dirección de un país le llevó desde su puesto de miembro de una fuerza política, el PSOE, a recorrer parte de España con la intención de proyectar su imagen y creerse que podría llegar más lejos y eso le animó a manipular el número de votos a su favor en aquellas elecciones de partido, poco se pensaba que aquella cortina al ser corrida le lanzaría al estrellato. Un dirigente que pasa por todo, por los trapicheos, engaños, dejaciones, claudicar ante los secesionistas o mejor dicho permitir hasta el extremo que se adorne a su país con los calificativos más groseros, que se dilapide su presencia gloriosa a lo largo de la Historia y permita que se niegue su integridad forjada hace ya siglos, no merece ocupar el puesto que ostenta.

Las fuerzas defensoras del marco legal en el que estamos inmersos, deberían requerir su presencia en la Cámara que representa la soberanía nacional, las Cortes, y allí debatir las medidas que desde la ocupación de la Moncloa, ha ido aprobando sin contar con el debate previo que se requiere para muchas de ellas. Comunicar esa firme decisión a los medios informativos como premisa para seguir el ritmo político, con tanta firmeza que no pudiera eludir ese reto.

Añadir a todo eso el apoyo de grupos y sociedades de prestigio, que ya están firmando por cierto, para que el asaltante del poder comprenda que no hay otra salida más que dar la cara. España lo vale, nuestro presente, nuestro futuro, y el de todos aquellos que están por venir. La experiencia que hemos ido atesorando, nos demuestra que los nacionalismos de uno u otro signo son peligrosos para la integridad de los individuos y desde luego de las naciones que han apostado por sistemas políticos parlamentarios liberales. La libertad, el decidir por uno mismo lo que le es imprescindible para desarrollar su personalidad, su trabajo, su ruta diaria, sus creencias religiosas, es lo más importante y únicamente se consigue saborear ese placer si uno rechaza el someterse a no sé qué identidad diseñada por charlatanes de turno.

Ser español, ser catalán, ser murciano ….sólo requiere haber nacido en ese sitio luego está tu impronta, tu personalidad para dirigir la vida de la manera que a uno le plazca. La trayectoria de esa persona no imprime un marchamo aplicable a todo aquel que coincida en su origen con él. Es lo que muchos quieren ignorar e imponerles a otros ese obligado perfil. El nacionalismo es llanamente un cliché que limita la libre expresión de los individuos, una sencilla manera de reproducir marionetas a su servicio. Esa máquina de dirigismo determina todo lo que puede limitar la libertad, la libre expresión, lo que se puede pensar, hábitos y sobre todo aceptar sin rechistar el presente que aunque no sea satisfactorio, al grito de ” Soc catalá “ se convierte en la marca, la etiqueta que ciega e impide ser tú.

Ese es el futuro que pretenden imprimir los Torra, los Junqueras, los Puigdemont y que el inquilino de la Moncloa ha aceptado de buen grado, son sus apoyos de Gobierno. ¿ El precio ? El que sea, ahora los indultos y mañana podrá ser lo que estemos dispuestos a entregar. Sí, estemos, pues depende de los ciudadanos el que el proceso de derrumbe siga adelante.

Los primeros pasos ya se iniciaron en las reuniones de los constituyentes al principio de la transición, luego vino la intromisión de los políticos en el poder judicial, delegar las competencias educativas, limitar a la Guardia Civil su presencia en Cataluña, nuevo Estatuto catalán, las prisiones en manos de los poderes autonómicos, sentencias judiciales sin cumplir, retirada de la presencia del Estado, el abandono de la ciudadanía respetuosa con la Constitución, vetar todo lo que suene a hispano y en ello en primer lugar está la lengua, una de las más habladas en el mundo, pero nuestros políticos están por el terruño, por lo que al abrir los ojos al amanecer recoge su retina “ som una nació “, la estelada y los rótulos callejeros de Luís Companys, Maciá y compañía.

Toda reforma para enderezar la caída es posible y es el momento.

Ana María Torrijos