Las imágenes que nos ofrecieron los indultados en aras a la »’Concordia»’ al salir de donde estaban confinados por haber golpeado el Estado de Derecho, fue de lo más patético, una tragicomedia desfasada de lugar y momento. Si no fuera por la gravedad que arrastraba la decisión del Presidente del Gobierno, la risa y el sarcasmo nos hubiera invadido, pero fue todo lo contrario un desgarro profundo, un vacío interno ante tanta indignidad perpetrada por un puñado de esperpentos políticos que lo único que les empuja es odio a todo lo que no encaja en su ridícula visión de la realidad. Destruir un país en el que viven ciudadanos con ideales, modelos de vida y pautas culturales según sus criterios expresados en libertad, es lo que buscaban por no aceptar que todos somos iguales ante la ley, que tendrán que competir con aquellos que reúnan las cualidades y condiciones debidas en cada momento.
Esa parcela de clase social, anclada en un pasado superado por las ideas ilustradas con la libertad como bandera, ha forjado un dique de contención para dirigir el ritmo social, para repartirse todos los cargos claves y ser ellos la pura sangre de la especie. Lo lamentable es que con las competencias educativas y el control audiovisual han multiplicado los comparsas. Estamos a tiempo de contener la debacle y se puede si se obliga a Pedro Sánchez a dimitir.
Después de los indultos pueden cederse otras muchas concesiones que minen la fortaleza del Estado y con él a la Nación.
Una ley de 1870, que debería haber sido anulada, viene a truncar la convivencia y a romper la igualdad de todos según reza la Constitución para luego ofrecer dadivas con la intención de potenciar los privilegios frente al resto de españoles. Volver a un pasado feudal ya superado en siglos, es lo que ha regalado el Presidente del Gobierno. La humillación prima y se ha rubricado con la impostura del señor Aragonés al rey Felipe VI, formas de protocolo inaceptables en una democracia occidental, un cargo institucional no puede faltar al Jefe del Estado.
Lo que sorprende es que entre los varios palmeros de la»’ medida de gracia »’se encuentren los prelados catalanes abogando por el perdón sin recordar la petición agónica del buen ladrón en el Calvario, ese arrepentimiento no existe en los encausados, por el contrario la chulería y la prepotencia les adorna y les estimula en sus proyectos secesionistas. Muchos centros educativos hay en Cataluña regidos por ordenes religiosas y viven en primera línea el atropello a los derechos de los alumnos, causado por la inmersión lingüística impuesta desde la Generalidad; bastantes Directivos de los colegios no han sabido salir en su defensa, todo lo contrario han acatado la consigna oficial y eso que son conocedores del perjuicio ocasionado en el desarrollo del aprendizaje. Entonces era necesario haber empleado las palabras de »’fraternidad y caridad »’pues eran niños y adolescentes las víctimas y no regalárselas a los adultos que han atropellado la ley, animado a los CDR al bandidaje en las calles, invención de una Historia inexistente, infundios contra España y humillaciones a los catalanes constitucionalistas.
Ajustarse a la ley debatida y aprobada, principios éticos y responsabilidad necesita la acción política….No se debería permitir a ningún cargo público mantenerse ni una hora más en su puesto si es incapaz de abogar por los artículos redactados en la Constitución en el momento que son pisoteados. Las Cámaras nacionales y autonómicas no pueden ser el altavoz que vocifere ataques directos, claros y diáfanos al Estado de Derecho, a la Nación.
La disgregación se deja notar ya demasiado y en último pleno del Congreso ha sido bien visible al increpar a un diputado y reprenderlo en su derecho a hablar de lo que ocurre en Cataluña por tener pocos representantes de ella en las distintas elecciones municipales, autonómicas o nacionales, lo que viene a constatar que ya hay una valla bien firme entre unos y otros ciudadanos, cada diputado o concejal no puede sentirse representante de todos, la soberanía nacional troceada. Continuamente se está transgrediendo lo que representa cada una de las piezas que componen el diseño del Estado. Los nacionalistas en plena sesión parlamentaria cuando hacen alguna referencia a una institución estatal en Cataluña la expresan en catalán no en español, igualmente lo hacen con los cargos que ostentan esos diputados, no se sujetan a la lengua en la que se está hablando en la Cámara Alta, la lengua oficial es el español, por el contrario ellos en la cámara territorial todo, topónimos, organismos, cargos los emiten en catalán, cuando en la Comunidad Autónoma las dos lenguas son oficiales. Patrimonializan sin exclusión todo lo que consideran suyo. Sorprende que argumenten ser los representantes de toda Cataluña, cuando a más de la mitad de los catalanes los tienen olvidados, los agreden verbalmente y les privan de sus derechos.
¿Con esos hay que dialogar?, ¿Con esos hay que ser generosos?
Ana María Torrijos