Se acabó para España la Eurocopa de fútbol, pero lo hace con una sensación dulce al demostrar que, tras una generación de éxitos a gran escala, como fueron las victorias de 2008 y 2012 en esa misma competición y la que ha sido nuestra primera estrella en la camiseta tras vencer en 2010 el Mundial de Sudáfrica, hay futuro para España en competiciones venideras.
Aquellos chavales que nos llenaron de orgullo en la década anterior ya tienen relevo. Íbamos a esta cita futbolística sin tener un baremo claro acerca de la solvencia de los nuestros. Para los que no estamos muy al día de los temas futboleros muchos de los convocados eran desconocidos. Combinaba Luis Enrique, nuestro seleccionador nacional, jugadores de nuestra liga nacional con un núcleo importante de chicos integrados en equipos de otras ligas importantes del continente europeo y, conforme pasaban las eliminatorias, crecía la sensación de que este año, sin esperar a que madurase más el equipo, se podía dar comienzo a una nueva oleada para el recuerdo.
No ha sido así. Con la cabeza bien alta y convencidos de que tenemos recorrido con este entrenador y jugadores jóvenes nos vamos de Wembley con una derrota inmerecida en los penaltis. Los italianos, alardeados como equipo candidato al título desde el comienzo de la fase de grupos, demostraron que están por debajo de los nuestros, pero son más prácticos. Durante la inmensa mayoría de los minutos de la semifinal les dominamos sin contemplaciones, pero nos faltó el gol y no se supo materializar ese control absoluto con una renta durante el tiempo reglamentario que hubiese evitado la prórroga y la lotería del final. Como se dice, el fútbol es fútbol y a veces gana el que menos lo merece o evidencia que es inferior. Ahora nos toca esperar a la siguiente cita de selecciones para volver a ilusionarnos.
Aunque siempre corremos el riesgo de que, con un vendepatrias como tenemos en Moncloa, junto a todos los patanes que le rodean, hasta el deporte nacional esté en riesgo. Se suscita la duda de que, para seguir apoltronado en su sillón presidencial y viviendo en esa nube impensable para un mediocre, que le permite ejercer como máximo representante político de España, Pedro Sánchez pueda llegar a ser capaz de sacrificar hasta el deporte que representa a España si así se lo piden sus amos separatistas, como peaje para continuar con su vida palaciega y el bastón de mando aparente. Con un impresentable egocéntrico todo es posible. Espero no verlo en una rueda de prensa diciendo que eso es imposible, lo que nos obligaría a ajustarnos los machos al saber de antemano que su santo y seña es la falsedad y la mentira.
Por lo menos hemos conseguido algo de cuota en los informativos de esa tele sectaria que tenemos los catalanes de la cual deberíamos solicitar el cierre inminente, sin contemplaciones, por provocadora, fanática y adoctrinadora, como es TV3. Sin comparación posible con el tiempo que dedican en sus informativos a los logros de Messi en la competición continental de América, con partidos que llegan a televisar, hoy han dedicado un mínimo tiempo para informar de que ya nos han eliminado. Queda claro que reservan la escaleta de los noticiarios sólo para informar a su público de las alegrías.
A ver si conseguimos, lo más pronto posible, revertir toda esta situación y poner orden, antes de que se nos pase el arroz. Urge, entre otras cosas, fulminar en las urnas la posibilidad de que el social-comunismo, condicionado por los separatistas, nos gobierne. Conseguido este hito imprescindible podemos pensar que es posible la reconversión o el cierre de ese foco de gasto y manipulación que es TV3. No es admisible que se esté usando, sin que el saco parezca que tenga fondo, el dinero de todos los catalanes para financiar el sobrecoste de tanto palmero amarillo televisivo. Como tampoco lo es que tengan la desvergüenza de crear un fondo a la carta para compensar los importes que pide el Tribunal de Cuentas a los fanáticos inductores del butifarrendum de pacotilla.
Ante abusos interesados de este tipo, usando de forma parcial y arbitraria lo que es de todos, nos hacen falta gobernantes en España con garantías y solvencia moral. Personas valientes y capaces, sin que les tiemble el pulso, de cortar de raíz el problema de forma que, hasta que no se logre el cumplimiento riguroso de nuestro redactado constitucional, se deje sin facultades de gestión a toda esta panda de abusones del presupuesto y de nuestra paciencia que hoy controlan los hilos del circo catalán. Una farándula supeditada al dominio de ese minoritario 27% del censo electoral que tanto daño nos hace y, con toda su chulería y sabiendo que es a coste cero, nos avisan sin pudor que nos lo seguirán haciendo.
Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans