Vivimos en una comunidad en la que todo vale y parece que los administradores de lo público no tienen vergüenza alguna para abusar, con toda su jeta, reincidente y sin escrúpulos, de los recursos de todos los catalanes de un modo parcial y arbitrario.
Llevamos muchos años de paranoia, con uso indiscriminado del dinero contribuido por todos para engrosar la burbuja de odio contra España y regar con cariño económico al entorno de palmeros afines al separatismo. Unos fondos que llegan a espuertas a toda persona física o jurídica que se manifieste de forma contraria al orden constitucional, algo que podría ruborizar al menos tímido de los fanáticos separatistas.
En esta porción del noreste de España parece que no exista la sensación de vergüenza, siendo la clave para obtener beneficios o favores, sencillamente, formar parte de la minoría social con acceso ilimitado a la caja de todos los catalanes. Mientras que esto pasa, la mayoría de la sociedad percibe nítidamente el ridículo que hacemos a nivel nacional e internacional, por la mala imagen que traslada la patología del lacito amarillo, sintiendo lástima ante tantas evidencias del sectario supremacismo abanderado por los inútiles e interesados que nos gobiernan.
Felicito al Tribunal de Cuentas al pedir que se restituya el mal económico generado, siendo firme en ello pese a la intromisión de los que quieren controlar al poder judicial. Me abochorna la comprensión del Gobierno de la nación, siempre posicionado en favor de sus socios separatistas, mientras el poder autonómico sigue en su dinámica de costumbre, dirigiendo y avalando cantidades de dinero en favor de su gente, con total impunidad y el semáforo verde comprensivo de los necesitados social-comunistas que están arruinando el futuro de España.
Ante tal ejemplo de prepotencia, decir que siento asco es quedarme tan corto…
Javier Megino
Vicepresidente de Espanya i Catalans